TEMAS SOBRE SAN BENITO   Josefina Rabella
 

 


COMENTARIO AL C. 73 DE LA  REGLA DE S. BENITO
 


              S. Benito escribió este capítulo a modo de epílogo, como valorando sobriamente lo obra   escrita.

              Es un texto muy discutido por su estilo, su vocabulario y por la valoración  que hace de la propia Regla. Aunque afirme que la R. es “sólo un comienzo de vida monástica”, es consciente de la riqueza de las fuentes en que se inspira y que aplica a la vida concreta de un monasterio con buen sentido práctico.

              No podemos dudar que la R. posee la gracia  de presentarnos con vigor las grandes líneas  del pensamiento monástico dentro de un equilibrio humano que es ante todo el secreto de su atracción. S. Benito ha comprendido que el amor perfecto es la humildad perfecta, y la humildad confiada con que acaba la R. eleva todavía más la autoridad de la misma.

      La verdadera humildad no rebaja al hombre, le confiere su plena grandeza.

              “Un principio de vida monástica”. Resulta fácil si se vive con fidelidad y buen ánimo “esta mínima Regla”,  pues entonces se siente una profunda alegría. Si se regatea con Dios, se hace difícil y agobiante. Y llegarás a las cumbres más elevadas de la perfección, prometidas por S. Benito, cuando recorre el camino de la observancia monástica con perseverancia y sin volver la vista atrás.

 

              Como hemos dicho al principio, este capítulo está escrito a modo de epílogo, por eso no contiene ninguna prescripción legal. Es solo una extensa ojeada sobre lo que pertenece a la amplia esfera de la perfección. Pero tampoco S. Benito pretende componer un tratado de perfección, sino dar claras orientaciones a una comunidad que aspira a la perfección y que a su vez conducen a la adquisición  de una elevada santidad

              Podríamos decir que hay como tres líneas de orientación: Las Sagradas Escrituras; los Santos Padres de la Iglesia y los Santos Padres del monaquismo. Teniendo en cuenta, sobre todo, la vida humana.

              El hombre, que se esfuerza por vivir según la Palabra de Dios, es el hombre moldeado por Cristo, que participa de la humanidad de Cristo.

              Los SS PP se preocupan, no tan sólo de descubrir el sentido de los Libros Santos, sino de deducir de ellos las normas de virtud para ir a Dios. Aquí están los monjes con todos los cristianos ante su Creador.

              La doctrina y los hechos de los monjes de los primeros tiempos monásticos,  nos darán empuje para continuar el camino.

              Aunque sea una pobre R. para “principiantes”, porque es un “principio” contiene en germen lo “último” que es la “sublime perfección”. Por eso continua siendo Ley y Forma de VIDA para el monje.

        “Cumple bien esta mínima R… y llegarás a las cumbres más elevadas”

Cúmplela,  sí, con la ayuda de Cristo, pero sobre todo, ten la seguridad que llegarás, (S. Benito lo afirma con aplomo y seguridad impresionante) con la protección de Dios.


 

 


COMENTARIO AL CAP. 72 DE LA Regla Benedictina
 

 

El capítulo 72 de la Regla de S. Benito, es el fruto del hombre maduro en años y en fidelidad, que se orienta hacia lo esencial.
Para S. Benito lo más importante es el fuego interior, que anima todas las dimensiones de la vida. Es el amor ingenioso que se hace todo para todos. Sólo conseguiremos esto, estando convencidos, que hemos de servir a los demás y situarnos por debajo de ellos.
Sin humildad no se puede amar, y esto significa prácticamente: perdonar siempre, renunciar a todo juicio temerario, y no excluir a nadie de la caridad. Esta es la actitud decisiva, gracias a la cual, la vida del monje se convierte en camino de fuego hacia la plenitud de la caridad.
La vida de comunidad es exigente y requiere un largo aprendizaje. Los miembros de la comunidad no son ni ángeles ni demonios, son personas humanas, y cada una de ellas está en crecimiento, Dios la trabaja y vive su esperanza. Por eso, cada miembro se integra en la comunidad, cuando acepta vivir y caminar conjuntamente y a cualquier precio.
La comunidad es el lugar donde se ponen al descubierto las limitaciones y los egoísmos de cada uno. Cuando vives en compañía , te das cuenta que eres incapaz de amar a todos a fondo, y de estar constantemente disponible para ellos. Pero si realmente aceptas a los demás como son, vivir en comunidad se convierte poco a poco, en lugar de progreso y de libertad.

Para vivir ese camino hacia la plenitud de la caridad, S. Benito nos da unos consejos:
• “que se anticipen a honorarse unos a otros”. Pone el acento fundamental en el RESPETO al otro, valorando en él, en la esperanza, su parecido con Cristo.
• “que se soporten con la mayor paciencia sus debilidades, tanto físicas como morales”. Con paciencia que es una forma de fidelidad en el amor. Pero esta actitud no puede mantenerse a base de sentimientos, sino por una actitud de fe, que nos lleva al heroísmo.
• “que se obedezcan a ‘porfía’ unos a otros”. Se trata de una disponibilidad activa ‘a porfía’ asumida con espíritu de fe y de abnegación.
• “que nadie busque lo que le parezca útil para sí, sino más bien lo que lo sea para los otros”. Disponibilidad hasta el heroísmo.
• “que practiquen desinteresadamente la caridad fraterna”. Es decir, con desinterés, gratuidad, sin exigir nada a cambio, sin mezcla de egoísmo.
• “que teman a Dios con amor”. Temor que no es miedo, sino aceptación amorosa de Dios como Señor de la propia vida. El temor por amor es propio de los que han llegado a la cima del amor.
• “que amen a su Abad con afecto sincero y humilde”. Sincero, es decir, que prescinda de la adulación y de todo cálculo de utilización de su persona. Humilde, porque el monje no ha de olvidar que el Abad es para él sacramento de la persona de Cristo.
• “que no anteponga absolutamente nada a Cristo”, dicho de otro modo: “No anteponer nada a Cristo, porque él no antepuso nada a nosotros”.

Y S. Benito termina con un deseo en forma de oración : “el cual nos lleva a todos JUNTAMENTE a la vida eterna”, como valoración de las relaciones fraternas entre los miembros de la comunidad.

EL QUE NO SABE AMAR A LOS DEMÁS NO PUEDE TENER NI IDEA DE
LO QUE ES AMAR A DIOS


 

 


EXORCISMO EN SAN BENITO
 

 
Una lectura del segundo libro de los DIÁLOGOS escritos por S. Gregorio, nos da la biografía de S. Benito y la explicación de todos sus milagros. Pero si nos fijamos bien, veremos que ninguno de ellos es fruto de un exorcismo.
Todos ellos: milagros, curaciones no son sino efectos de la ORACIÓN, de la íntima relación de Benito con Dios.
Los milagros son pasos maravillosos de una vida sencillamente excepcional, acciones significativas y manifestadoras de un proceso más íntimo y más divino. Son como el envoltorio, mejor dicho, la proyección de una vida escondida y mística, vivida profundamente en el secreto del misterio del amor de Dios.
Benito es un hombre de oración, de unión con Dios, por eso, los milagros no son más que la acción de Dios a través de su siervo.
Son resultado de la compasión, del amor, del interés, por sus hermanos. Ora cundo ve la tristeza de su nodriza, de los monjes que han de fatigarse para obtener agua; se compadece del agricultor atado y herido, al que desata solo con su mirada, resucita al monje que ha sido sepultado por la pared que el enemigo ha derrumbado, con la eficacia de una oración ritual, y así podemos decir de todos los milagros.
Tampoco se nos descubre con que palabras oraba, solamente, en el milagro de la resurrección del hijo del labriego, que le ha llevado a su hijo muerto para que le resucite, Benito dice esta oración a modo de exorcismo:
“No miréis, Señor, mis pecados, sino la fe de este hombre que pide que le resucite el hijo, y devuelve a este cuerpo el alma que le sacaste”.

El mismo Jesús nos dice “Todo lo que pidáis en la plegaria con fe, os será concedido” (Mt. 21,22)
“Todo lo que pidáis en la plegaria, sin dudar en vuestro corazón, creed que ya lo tenéis concedido, y lo tendréis”. (Mc. 11,24)

 

 


LA MEDALLA DE SAN BENITO
 


 

La Medalla de San Benito es un signo sagrado muy difundido entre los fieles católicos. Presenta de un lado la Cruz de Cristo y del otro la imagen de San Benito Abad. Sobre la Cruz - y a su alrededor - se hallan escritas las letras iniciales de una oración ó exorcismo. La Medalla de San Benito recuerda a los fieles que la llevan consigo la presencia constante de Dios y su protección. El significado de las iniciales es el siguiente (texto latino y traducción):

 

Crux Sancti Patris Benedicti.

 

 

Cruz del Santo Padre Benito.

Crux Sancta Sit Mihi Lux

Non Draco Sit Mihi Dux

Vade Retro Satana

Numquam Suade Mihi Vana

Sunt Mala Quae Libas

Ipse Venena Bibas

La Santa Cruz sea mi luz,

no sea el demonio mi guía.

¡Apártate, Satanás!

no sugieras cosas vanas,

maldad es lo que brindas,

bebe tú mismo el veneno.

 

 

Breve historia de la Medalla de San Benito

 

En la vida de San Benito Abad escrita por el papa San Gregorio Magno, el abad Benito muestra una especial devoción hacia la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo, signo de nuestra salvación. En uno de los milagros narrados por su biógrafo, un vaso que contenía veneno se quiebra cuando San Benito hace la señal de la cruz sobre él. En otra oportunidad, uno de sus discípulos fue perturbado por el maligno, y el santo le manda hacer la señal de la cruz sobre su corazón para verse librado. En su Regla de los monjes, San Benito indica que cuando un monje iletrado presenta su carta de profesión monástica ante el altar, debe usar como firma una cruz. Estos y otros muchos indicios invitaban a los discípulos del abad San Benito a considerar la Cruz como una señal bienhechora que simboliza la pasión salvadora de Cristo, por la cual fue vencido el poder del mal y de la muerte.

Las investigaciones históricas sobre el origen de la Cruz-Medalla de San Benito han determinado que su difusión comenzó probablemente en la región de Baviera hacia el año 1647. En esa época, durante el proceso judicial seguido a unas hechiceras, éstas declararon que no habían podido dañar a la cercana Abadía de Metten, porque estaba protegida por el signo de la Santa Cruz. En dicho monasterio se hallaron pinturas con representaciones de la Cruz junto con las iniciales que acompañan hoy a la Medalla. Pero las misteriosas letras no pudieron ser interpretadas hasta que en un manuscrito de la biblioteca se encontró la imagen de San Benito y la oración compuesta por las iniciales. En realidad, un manuscrito anterior (siglo XIV), que aún se conserva, procedente de Austria, parece haber sido el origen de la imagen y de la oración. En el siglo XVII un importante autor la tuvo por supersticiosa, debido justamente a los enigmáticos caracteres que acompañan a la imagen. Pero, en el año 1742 el Papa Benedicto XIV decidió aprobar el uso de la Cruz-Medalla de San Benito, y mandó que la oración usada para bendecirla se incorporase al Ritual Romano.
 

En el siglo XIX se dió un renovado fervor por la Medalla de San Benito. En los trabajos escritos de Dom Prosper Guéranger, abad de Solesmes, y de Dom Zelli Iacobuzzi, de la Abadía de San Pablo Extramuros (Roma), se estudia detenidamente el origen y la historia de la medalla. Desde este ultimo monasterio, convertido en verdadero foco de irradiación benedictina en aquella época, se difundió también la devoción a la Medalla. La representación más popular de la misma es la llamada "medalla del jubileo", diseñada en la Abadía de Beuron (Alemania), y acuñada especialmente para el Jubileo benedictino del año 1880, conmemoración del XIV centenario del nacimiento de San Benito. Los abades benedictinos de todo el mundo se reunieron para aquella ocasión en la Abadía de Montecasino, y desde allí la Medalla se diseminó por todo el mundo.
 

 


LOS MILAGROS DE S. BENITO.
 


La vida de S. Benito la conocemos únicamente por un solo documento. Un relato que el papa S. Gregorio escribió en el segundo libro de sus DIÁLOGOS. En el descubrimos todo lo que se puede saber de la existencia del Padre de los Monjes y en donde encontramos el alma de un santo escrita por otro santo.
Sin dejar aparte los acontecimientos que explican los “Diálogos” y sin olvidar la Regla de los monjes escrita por S. Benito. Es en los “Diálogos” donde S. Gregorio trata de darnos el prototipo de la verdadera figura del “Hombre de Dios, el “Amigo de Dios”
La finalidad de los “Diálogos” es decirnos que : “El fervor en el Amor se obtiene más con los ejemplos que con las teorías”. S. Gregorio lo explica con la siguiente afirmación: “Por la explicación de las Sagradas Escrituras aprendemos cómo se encuentra y se guarda la virtud, pero en la narración de los milagros, cómo se manifiestan las virtudes encontradas y conservadas”.
Los ejemplos valen más que las teorías porque interpelan y favorecen la humildad. A partir del milagro, S. Gregorio pretende estimular la virtud y suscitar la admiración y la alabanza ante las maravillas de Dios.
El libro de los “Diálogos”, pues, debe ser leído pensando más en lo que nos quiere decir cada episodio, que no querer saber si es estrictamente verdad aquello que nos cuenta.

La vida de S. Benito explicada en el libro segundo de los “Diálogos es guiada por dos principios: el cronológico y el sistemático. Y está dividida en dos períodos : el de Subiaco y el de Montecassino. Cada uno de ellos forma un tríptico en el cual la parte central nada prodigios intemporales, mientras que los laterales explican breves historias. Es decir, que presenta la vida de S. Benito de acuerdo perfecto: entre enseñanza y hechos, entre doctrina y vida. Un S. Benito a la vez: Profeta y Taumaturgo.
Aunque en el concreto, es difícil determinar qué historias contadas por S. Gregorio son verídicas y cuáles son fruto de su afán catequético, es indiscutible la historicidad substancial de los milagros.
Una reacción sería: “Sospesado todo, podemos decir: este hombre estaba lleno del Espíritu de todos los justos”.
Y el hombre moderno puede concluir diciendo: “La persona de Benito es un personaje en el que lo que cuenta no son los milagros, sino la persona de Cristo el cual deriva toda cosa”.

Una vez presentada la figura de s. Benito, sólo te haré una lista de los milagros, ya que lo mejor para conocerlos es comprar el libro de los “Diálogos” de S. Gregorio Magno o bien “Vida de S. Benito abad” de S. Gregorio Magno de Ediciones Monte Casino, de Zamora FAX – 980534425, que los explica con todo detalle.

La criba rota y reparada
El jarro roto por la señal de la cruz
Del agua que hizo brotar de una roca en la cima de un monte.
Del hierro vuelto a su mango desde el fondo del agua.
De un discípulo suyo que anduvo sobre las aguas.
De una enorme piedra levantada por su oración.
Del monje joven aplastado por una pared y sanado.
(...)
Un caso de elefantiasis curado.
De una ampolla de cristal arrojada a unas rocas, que no se rompió.
La tinaja vacía que rebosó de aceite.
El monje liberado del demonio.
De un labriego maniatado , que desató con sólo su mirada.
De un muerto, resucitado por la oración del hombre de Dios.
El milagro de su hermana Escolástica.

De una mujer loca, curada en su cueva. Este milagro ocurrió después
de la muerte de S. Benito.

Son muchos los milagros realizados por S. Benito tal como nos cuenta el Papa San Gregorio.
 


 


SAN BENITO DE NURSIA
 

 
Benito de Nursia, conocido como San Benito (Nursia, 480 – Montecasino, 547, Italia). Fundó la orden de los benedictinos o Benedictina que consiste en que los monasterios se convirtieran en sitios autosuficientes organizados en torno a la iglesia de planta basilical y el claustro; es considerado patrón de Europa y patriarca del monaquismo occidental. Benito escribió una Regla para sus monjes que fue llamada "La Santa Regla" y que ha sido inspiración para los reglamentos de muchas otras comunidades religiosas. Su fiesta se celebra el 11 de julio

Biografía

La única fuente con información sobre la vida de San Benito de Nursia es el libro segundo de los Diálogos, escritos por san Gregorio Magno (c. 540-604). Para estos relatos, el pontífice se basó en el testimonio de algunos monjes que conocieron al santo. Este libro, en algunos pasajes, carece del rigor histórico tal como se entiende en la actualidad.
Hijo de un noble romano, su infancia se desarrolla en Nursia donde realiza sus primeros estudios. Es enviado a Roma para estudiar filosofía y retórica, pero decepcionado por el desorden moral de los habitantes de la ciudad y deseando una vida más espiritual, pronto abandona la capital para retirarse a Enfide (actual Affile), de donde huyó, según la leyenda, tras realizar un milagro. Con ayuda del abad de un monasterio cercano llamado Román, se instaló en una gruta de difícil acceso, en un lugar cercano llamado Subiaco, para vivir allí como un ermitaño. Después de pasar tres años en ese lugar, dedicado a la oración y el sacrificio, fue descubierto por unos pastores, quienes extendieron su fama de santidad.
A partir de allí, y especialmente gracias a sus supuestas dotes de taumaturgo, fue visitado constantemente por personas que buscaban su consejo y dirección espiritual. Es elegido abad de un monasterio en Vicovaro, en el norte de Italia, pero dado que los monjes no aceptan su régimen de vida exigente, intentan envenenarlo. Según la leyenda, Benito descubre las intenciones de los monjes porque, en el momento de impartir la bendición, el recipiente se hace pedazos. Tras esto, el abad decide abandonar la comunidad. Vuelve a Subiaco, donde, debido a una gran afluencia de discípulos, funda allí varios monasterios. En 529, a causa de la envidia de un sacerdote de la región, se refugia en Montecasino donde funda un monasterio y desde donde se extiende la Orden Benedictina. En 540 escribe su famosa Regula monasteriorum (Regla de los monasterios). Murió en el año 547.

A Benito se le representa habitualmente con el libro de la Regla, una copa rota, y un cuervo con un trozo de pan en el pico, en memoria del pan envenenado que recibió Benito de parte de un sacerdote de la región de Subiaco que le envidiaba. San Gregorio cuenta que, por orden del santo, el cuervo se llevó el pan adonde no pudiera ser encontrado por nadie.