TEMAS SOBRE LA DOCTRINA    Josefina Rabella
 

 


LA LECTIO DIVINA
 


La Palabra de Dios es la fuente de donde emana la llamada a la vida monástica y la que nutre constantemente su desarrollo.
El monje se pone comunitariamente en contacto con esa Palabra en las diferentes horas del Oficio Divino, pero además de acuerdo con la tradición, es absolutamente necesario un contacto de profundización personal con la Sagrada Escritura. En eso consiste esencialmente la llamada LECTIO DIVINA.

El hombre moderno está acostumbrado a otras escuelas de espiritualidad que recomiendan la lectura de un libro piadoso, como alimento previo para la meditación y para la oración, pero es en las fuentes del monacato donde se consigna una noción justa de este elemento esencial de la Vida Monástica.
Según estas fuentes la Lectio Divina consiste en una lectura de la Sagrada Escritura pausada, gratuita, saboreada, sin prisa, con la finalidad única de escuchar a Dios en espíritu de fe y con corazón disponible, con el deseo que su luz penetre y se apodere de la propia vida y la configure totalmente, según su designio de salvación. Es una lectura que con frecuencia desemboca en la oración del corazón y en la contemplación silenciosa de las maravillas de Dios.

La Lectio Divina es una vivencia global de la presencia de Dios que nos habla a través de la Escritura y suscita en cada uno de nosotros una respuesta de adoración, agradecimiento y admiración amorosa ante las maravillas que Él mismo ha realzado por medio de Jesús, su Hijo.
En la Lectio Divina es el hombre entero que se pone a la escucha de Dios, sin condiciones, desprendido de todos los mecanismos de autodefensa, para quedar vulnerable a la Palabra de Dios. (cf. He.4,12-13)

 

 


SER MONJE O MONJA

 

 
Ser monje es un estado de vida que responde a una llamada. La respuesta a Dios que llama sólo se puede dar desde la FE, ya que toda llamada por parte de Dios es siempre un acto creador. La llamada es una propuesta concreta para llegar a ser aquello a que realmente somos llamados a SER. La llamada es un reclamo de identidad.

La llamada de Dios toma siempre forma interrogativa, por la tanto es importante tomar conciencia de la dificultad de toda vocación humana, y potenciarlas posibilidades de una respuesta digna.
Todo suele empezar con una experiencia. Hay alguna cosa dentro de uno mismo que le empuja a llevar a cabo una opción determinada. A medida que desbrozamos el camino para llevarla a término, nos damos cuenta que es la cosa más importante de nuestra vida.

Pero al mismo tiempo nace una lucha entre la realidad interior que quiere expresarse a través de la vida, y cierto vértigo a la hora de dar el paso definitivo. En esto nos puede iluminar el profeta Jeremías. 20,8-9
Ahora bien para un buen discernimiento es necesario buscar a alguien, que con seguridad nos acompañe para discernir la voz de la VERDAD en medio del concierto de voces, de toda clase, que intentan ahogar la voz de Dios.
“SEÑOR, HABLAD, QUE VUESTRO SIERVO ESCUCHA”
 

 


El silencio en S. BENITO
 

 
La noción de equilibrio entre el hablar y el callar la expresó la lengua latina de los monjes y ascetas mediante el vocablo “taciturnitas”; “silere” y “silentium” significan abstenerse absolutamente de hablar, “taciturnitas”, en cambio, es hablar con moderación, lo necesario, discretamente.
“Taciturnitas” denota el hábito de guardar silencio, la virtud del silencio, que concede a la facultad de expresarse mediante la palabra, el ejercicio justo y debido y no más, y denota moderación, sobriedad, sensatez, discreción.
En la regla de S. Benito encontramos 4 veces la palabra “taciturnitas” y la palabra silencio, pero sólo de manera destacada en algunos capítulos:
En el c.6, dedicado al silencio nos enseña la “virtud del silencio”. En 7,56, por humildad. En 42,9, en relación con el silencio de la noche…
S.B. lo pide como disciplina funcional en 38,5, en el refectorio; 42,1-2, en el descanso nocturno; 48,5, en el descanso de la siesta; 52,2, al salir del oratorio, por respeto a los que quieren orar; 49, en Cuaresma, se invita a los monjes que se sustraigan de la locuacidad….
El silencio como “egoísmo aislador”, insensible a los demás, NO es benedictino. En fin, el propósito del silencio monástico no es no hablar, es respeto a los demás, sentido del lugar, espíritu de paz.

La verdad sólo se puede conocer en absoluto silencio.
El silencio es la atmósfera que el amor necesita para que tu alma brille.

Deja el temor y permite que el silencio te posea, sólo en esta inmensidad podrás escuchar la voz de Dios dentro de ti, llamándote para darte a conocer todos los misterios del universo, y, no solamente esto, también quiere darte a conocer el secreto de la vida eterna, pero sobretodo, hacer que ésta se convierta en tu única realidad.

Sólo en profundo silencio podrás comprender que “TIENES VIDA”