SENTENCIAS  DE  LOS  PADRES  DEL  DESIERTO


ANTONIO:
He aquí la voz que grita al hombre hasta el último respiro : CONVIÉRTETE HOY.

ANTONIO: Alguien pidió al abad Antonio: ¿Qué tengo que hacer para complacer a Dios? Él le respondió: allí donde vayas lleva siempre a Dios delante de tus ojos, en tus acciones ten la aprobación de las Santas Escriptures, y en cualquier lugar que tú permanezcas no te marches fácilmente. Observa estas tres cosas y serás salvado.

ANTONIO: No te fíes de tu justicia.

GREGORIO: Dios exige tres cosas de aquél que ha sido bautizado. La fe recta para el alma, la franqueza leal para la lengua, y la castidad para el cuerpo.

EVAGRIO: Un alimento del alma tomado sin prisa y regularmente, lleva a la caridad, y conduce rápidamente el monje a la apatheia (la paz).

ZACARÍAS: El abad Macario lo interrogó: ¿"Cuál es la obra del monje? Le dice el joven Zacarías: ¿por qué me interrogas, padre? Porque yo tengo plena confianza en ti, hijo mío Zacarías, le dijo. Zacarías le respondió: a mi entender hacerse violencia en todo aquello que aleja de Dios, eso es el monje.

JOSÉ DE TEBAS: Tres clases de hombres son honorados por Dios: los enfermos que soportan las tentaciones con acción de gracias, los que se comportan con toda pureza delante de Dios sin mezclar nada de ambición, y los que permanecen sometidos al Padre espiritual renunciando a sus propias voluntades.

El abad JUAN: Mientras moría jubilosamente, le pidieron los hermanos que les dijera una palabra para llegar a la perfección. Él respondió: Nunca he hecho nada contra la voluntad de Dios, y no he enseñado a nadie lo que primero no haya practicado yo mismo.

El abad MISTERIOS respondió a los que le preguntaban qué obra buena hay que hacer. Dijo: ¿no son iguales todas las obras? Abraham fue hospitalitario y Dios estaba en él, Elías amaba la esijia (contemplación) y Dios estaba en él, David era humilde y Dios estaba en él ... Haz aquello, pues, que aspira tu alma, según Dios, y guarda tu corazón.

Abad PASTOR: La guarda del corazón, la atención a los otros, y el discernimiento, he aquí las tres virtudes que son las guías del alma.

Abad PASTOR: ¿Como es adquiere el temor de Dios? Le preguntaron. Dijo: si alguien posee la humildad y la pobreza, y no juzga a los otros, el temor de Dios vendrá sobre él.

SOBRE LA ESIJIA o CONTEMPLACIÓN

ANTONIO: Los peces que permanecen en la tierra, mueren. Así también los monjes que rondan por fuera de su celda, pierden el tono de su esijia (contemplación). Así como el pez tiene que retornar acto seguido al mar, el monje tiene que retornar a su celda. Sino, viviendo a fuera olvidaréis lo de dentro.

ARSENIO: Un día rogó a Dios: Senyor conducidme hacia la salvación. Y sintió una
voz que le decía: "Arsenio huye de tu egoísmo y practica el esijia. Ésta es la raíz de la impecabilidad.

MOISÈS: Permanece sentado en tu celda y ella te lo enseñará todo.

Abad PASTOR: El principio de todos los males es el descuido.

Abad PASTOR: Hay que huir del ser dominado por las pasiones corporales. Pues todo el tiempo que uno es llevado por sus ataques, se parece a un hombre que esta colgado sobre un pozo profundo. Su enemigo le precipitará fácilmente a cualquier momento que le complazca. Pero cuándo el hombre está lejos del dominio de las pasiones corporales, se parece al que vive lejos del pozo. Si el enemigo le quiere precipitar, Dios le envía su socorro.

SINCLÈTICA: Es mejor vivir entre muchos y llevar en espíritu la vida solitaria que estar solo y vivir deseando la multitud. A quien esta distraído, el agitación no le deja ver los propios pecados, el que guarda el esijia ve todas sus carencias.

DE LA COMPUNCIÓN

Abad POEMEN: El Penthos (arrepentimiento) tiene una doble función: cultivar, y guardar, el paraíso del monje.

Abad HIPEREQUIOS: El monje que vela transforma la noche en día, por su asiduidad a la plegaria. El monje que se golpea el pecho hace brillar las lágrimas y atrae la misericordia de Dios.

DE CÓMO SER AMO DE UNO MISMO por EL AUTODOMINIO

El obispo de Chipre, EPIFANIO, invitó al abad Hilarión a comer en su casa antes de morir. Y el obispo le hizo servir carne. El abad Hilarió se excusó: perdonadme, padre, no he comido carne desde que llevo este hábito. El obispo Epifanio le respondió: pues yo, desde que llevo este vestido, nunca he ido a dormir dejando que alguien tuviera alguna cosa contra mí. Y yo no he dormido nunca con un resentimiento contra alguien. Hilarión dijo: tu práctica es mejor que la mía.

El abad ISIDORO fue interrogado: ¿Por qué los demonios os temen tanto? Respondió: Desde que me he hecho monje me he esforzado por dominar la cólera, sin dejar que subiera a mi boca.

El abad MOISÉS explica que en su juventud vivía con el abad TEONÀS, y cada día comían juntos. Pero un día, el joven se escondió un trozo de pan y se lo comió después, de escondidas. Desde aquel día, cada día hacía lo mismo. Una vez vino un joven a visitar al abad TEONÀS, él le dijo: nada es tanto malo para los monjes y nada alegra tanto a los demonios como disimular los propios pecados a los padres espirituales. Entonces el joven, movido por el arrepentimiento, le confesó su falta. Y el viejo le dijo: acusándote tú mismo has vencido al demonio que oscurecía tu corazón, por tu silencio. De ahora adelante ya no tendrá lugar en ti, pues ha salido de tu corazón.

Abad MACARIO: Si tú te desahogas reprendiendo a alguien, satisfaces tu propia pasión, y tú no te has de perder para salvar a tu prójimo.

Abad SISOES: Hace 30 años que no hago más que rogar al Señor Jesús que me guarde la lengua, y me creedme, hasta hoy yo caigo a causa de mi lengua que me hace pecar.

El abad SILVANO y su discípulo llegaron un día a un Monasterio y después de comer se volvieron a marchar. Durante el camino encontraron una fuente y el discípulo iba a beber, pero Silvano le dijo que era día de ayuno. ¿No hemos comido? respondió el discípulo. Sí, dijo el Abad, pero aquella comida era una caridad mientras que ahora tenemos que observar el ayuno.

Abad HIPEREQUIO: Es mejor comer carne y beber vino, que comer la carne de los hermanos, denigrándolos.

Abad HIPEREQUIO: La serpiente con sus murmullos cazó a Eva en el Paraíso. El monje que murmura contra otro, se le parece: pierde el alma de quien la escucha, y no salva en absoluto la suya.

DE LA IMPUREZA

El abad APOLO encontró a un monje desesperado porque había dicho a un anciano que tenía tentaciones contra la pureza, y éste le respondió que eso no es propio de un monje y que ya se podía volver al mundo. El abad Apolo entonces, como un médico sabio, le dijo: Hijo mío no te extrañes de tener malos pensamientos, yo también tengo a pesar de la edad. Muchas veces soy asediado por pensamientos de este tipo, pero sé que son menos importantes mis esfuerzos que la misericordia divina que me sale al encuentro. Y el Abad Apolo dijo, después, a aquel anciano: tú no te acuerdas que Dios ha venido a salvar lo que se había perdido y que no se tiene que romper la caña resquebrajada ni el pabilo que humea. (Mt. 12-20).

El abad PASTOR fue interrogado por un discípulo: Padre yo tengo tentaciones de impureza y me han dicho que no permita que me vengan. Le respondió el abad Pastor: así es la vida de los ángeles encima del cielo, pero tú y yo vivimos atormentados por la impureza porque somos hombres. Si el monje se queda en el desierto refrenando su lengua y sus apetitos puede estar tranquilo, no morirá en absoluto.

Amma SARA: Fue atacada durante años por el demonio de la impureza, y nunca en su plegaria pidió ser liberada de este combate. Ella decía solamente: Señor dame fuerza.

Amma SARA: Un día el demonio de la impureza la atacó fuertemente, más que nunca. Ella se fue al terrado, y se puso a rogar intensamente. Entonces el dimonio se le hizo visible y le dijo: ¡Tú me has vencido Sara! Ella le respondio: No, yo no te he vencido, sino Cristo, mi Señor.

Un hermano atacado por el demonio de impureza se levantó durante la noche, y se fue a casa de un anciano para manifestarle sus pensamientos y éste lo consoló. La escena se repitió otra vez, y el anciano le decía: No cedas al demonio, a cada ataque ven a verme. Nada repugna tanto al espíritu de impureza como la confesión de sus ataques. Al cabo de once veces, el monje decía: Padre ten caridad y dime todavía una palabra. Y el anciano le respondió: créeme hijo si Dios permitiera que los pensamientos que llenan mi alma, pasaran a la tuya, tú no podrías soportarlo. Estas palabras del anciano, a causa de su humildad, apaciguaron el aguijón de la impureza del hermano.

Un hermano interrogó a un anciano sobre cuando alguien cae en la tentación y es causa de escándalo para los demás, ¿qué se debe hacer? El anciano le explicó la siguiente historia: Un magistrado perseguido por el governador fue a refugiarse en el desierto con toda su familia a un monasterio donde había un diácono muy conocido. Y el diácono pecó con la mujer del magistrado, de manera que causó un gran escándalo en el monasterio y en la región. Entonces el diácono fue a encontrar al anciano y le pidió que lo emparedara en una cámara pequeña con el fin de hacer penitencia. Al cabo de muchos años el Nilo dejó de hacer la crecida y aunque los monjes rogaban, el Nilo no crecía. Entonces un anciano supo por revelación que hasta que no rogara aquel diácono, el Nilo no crecería. Así los que primero se habían escandalizado de su conducta, ahora admiraban su humildad.

Dos monjes fueron a la ciudad a vender lo que habían fabricado. En la ciudad se separaron y uno de ellos se cayó en la impureza. Al poco tiempo el otro hermano lo fue a ver y le dijo: volvemos a nuestra celda. El hermano le respondió: Yo no vuelvo en absoluto, yo me he caído en la impureza. Entonces su hermano, queriéndolo ganar, le dijo: a mí me ha pasado lo mismo. Retornemos, pues los dos, hacemos penitencia con todas nuestras fuerzas y Dios nos perdonará. Cuando volvieron a sus celdas explicaron a sus ancianos aquello que les había pasado y éstos les prescribieron la manera cómo tenían que hacer penitencia. Y un hizo penitencia, no para él sino para su hermano, como si hubiera pecado él mismo. Pero Dios viendo la pena que él se daba por amor, reveló a su anciano cómo había perdonado al que había caído en la impureza, a causa de la gran caridad de aquél que no había pecado. A eso se le llama: "dar la propia vida".

Dos hermanos, combatidos por la impureza, fueron a tomar mujer. Después se dijeron. ¿Qué hemos ganado abandonando la condición de los ángeles por una corrupción que será seguida por los castigos eternos? Volvamos al desierto y hagamos penitencia por lo que nosotros nos hemos atrevido a hacer. De retorno al desierto, pidieron a los ancianos imponerles una penitencia, y fueron cerrados cada uno en una celda, dando a cada uno la misma ración de pan y agua. Cuando salieron, uno estaba delgado y macilento, mientras que el otro estaba lleno de salud y de alegría. Entonces preguntaron al abatido qué había meditado y respondió: He pensado con el mal que había hecho y en el castigo que merecía, y en el temor de Dios que debía tener. Interrogado el otro respondió: Yo he agradecido a Dios por haberme perdonado, y por haberme devuelto otra vez al desierto. He estado lleno de gozo pensando constantemente en Dios. Y los ancianos dijeron que la penitencia del uno y del otro, tenía un valor igual a los ojos de Dios.

En Escete había un anciano gravemente enfermo, y dos hermanos lo cuidaban. Viendo la fatiga que les daba, dijo: me iré a Egipto para no cargar tanto a estos hermanos. Pero el Abad Moisès le aconsejó: no vayas en absoluto, porque allí tú te caerás en la impureza. ¿El anciano se enojó y respondió, mi cuerpo es muerto, y tú me dices eso? Y se fue a Egipto. Al llegar, vino una virgen fiel a cuidarlo. Poco tiempo después, encontrándose mejor, pecó con ella y tuvo un hijo. El anciano dijo, dadme al chico. Y se fue al desierto de Escete, y un día de fiesta entró en la Iglesia delante de todos los hermanos, diciendo: Este niño es el hijo de mi desobediencia. Y volvió a la pureza de su antigua manera de vivir.

Un anciano del desierto, vio un día una sesión de consejo de los demonios. Había Satanás y todos lo iban a adorar, explicando sus fechorías. Uno le dijo: en 20 días he armado unas guerras terribles. Pero Satanás lo hizo azotar porque había empleado demasiado tiempo. Otro dijo: en 10 días he levantado un temporal que ha hundido todas las barcas del mar. Pero Satanás lo hizo azotar igualmente. Finalmente vino uno que le dijo: después de 40 años de lucha en el desierto he conseguido que un anciano se cayera en la impureza. Y Satanás lo abrazó y lo hizo sentarse a su lado, felicitándolo por su gran victoria.

Un hermano, tentado de impureza, fue a una ciudad, y viendo la hija de un sacerdote pagano, la pidió por mujer. El sacerdote consultó al demonio, y éste le dijo que, antes, aquel hermano tenía que renunciar a su Dios, a su bautismo, y a su profesión monástica. El hermano accedió. Y el sacerdote volvió a consultar al demonio, que le dijo: no le des a tu hija, ya que él ha renegado de Dios, pero Dios no renegará nunca de él.

LA POBREZA

Abad PISTAMON: Trabaja tanto como puedas, pero sin agitación.

 

Preguntaron a Amma SINCLÈTICA si la pobreza era la cosa mejor, y dijo: es un bien muy grande para los que son capaces, ya que los que la pueden soportar sufren en su carne, pero tienen el descanso del alma.

 

SOBRE LA PACIENCIA Y LA FUERZA

Abad AMMONAS: Yo he pasado 14 años en el desierto, rogando a Dios día y noche, para que me diera la fuerza de vencer la colera.

Se dice del abad TEODORO que pasó 50 años luchando por la perseverancia. Para vencerla decía al Señor: pasado el invierno me iré de aquí. Y cuando venía el verano decía: al final del verano me marcharé. Y así, día tras día, vivió toda la vida.

El abad PASTOR decía: és en las dificultades que se conocen los monjes.

El abad ISIDORO decía: allí donde haya trabajo yo encontraré reposo.


Amma SINCLÈTICA decía: si vives en un cenobio no cambies en absoluto de residencia, eso te sería perjudicial. Una clueca que abandonara los huevos, esperaría en vano los polluelos. Así igualmente pasa con el monje o la virgen que dejan enfriar su fe yendo de un lugar a otro.

Amma SINCLÈTICA decía: cuando nos vienen enfermedades, no nos entristezcamos en absoluto. Pues la gran ascesis es de mantenernos buenos en las enfermedades, dirigiendo al Señor himnos de acción de gracias. Si perdemos la vista no tengamos pena: perdemos un órgano, pero contemplamos con los ojos del alma la gloria del Señor. Si nos volvemos sordos, demos gracias, dejamos de oír los ruidos banales, pero en el silencio encontramos a Dios. Si nuestras manos se debilitan, tengamos las del alma prontas a luchar contra el enemigo. ¿El cuerpo no se apagarà? La salud del hombre interior crece, pues cuando se nos cortan unas alas, podemos hacer crecer unas de mejores.

Amma SINCLÈTICA: Si has empezado a hacer alguna cosa buena, no té hagas atrás por los obstáculos del enemigo, pues el enemigo será destruido por la paciencia. Así como los navegantes cuando izan una nave despliegan las velas y no retroceden si el viento es contrario, también nosotros, cuando topamos con la adversidad cogemos la cruz como estandarte, y triunfamos en la quiniela, sin daño.

Abad HIPEREQUIOS: Ten en tus labios himnos espirituales. Su recitación continuada te aligerará de las tentaciones que te puedan venir. El peatón pesadamente cargado te es una clara comparación, ya que cantando olvida la fatiga del camino.

Un anciano dijo: cuando viene la tentación, las contrariedades nos salen por todas partes y nos desmoralizamos, y murmuramos. Así un hermano que vivía en las celdas, fue tentado, y cuando los otros se dieron cuenta de ello nadie lo quería sa­ludar, ni nadie iba a su casa, pero él, en lugar de entristecerse daba gracias a Dios de todo eso, y Dios viendo su paciencia, lo liberó de la lucha contra las tentaciones. Entonces todos los hermanos lo querían retener en sus celdas y lo reconfortaban.

Un anciano decía: nosotros no avanzamos porque no conocemos nuestros límites, y no tenemos paciencia en aquello que emprendemos, queremos la virtud sin ningún esfuerzo.

Un anciano vivía en el desierto a 12 millas lejos de una fuente de agua. ¿Un día, yendo a buscar, perdió el coraje diciéndose, ¿por qué me impongo esta fatiga? Me haré una celda más cerca del agua. Acababa de pensar eso cuándo vio alguien detrás suyo que le seguía los pasos. Le preguntó. ¿Quién eres? Le respondió: soy un ángel enviado por Dios, para contar tus pasos y darte la recompensa.

Decía un anciano: Si te llega una tentación, no dejes tu lugar, pues si te marchas, tú encontrarás por todas partes donde vayas, aquello de que huyes.

Un hermano que vivía en un cenobio, era de temperamento inquieto y fácilmente entraba en cólera. Un día se dijo: voy a vivir a solas en un rincón, como no tendré nadie para hablar y escuchar, viviré en paz. Y se fue a una gruta. Un día se le tumbó por tres veces la cantimplora del agua, y lleno de cólera la rompió. Entonces entrando dentro de si mismo se dijo: viviendo solo también he sido vencido por la cólera. Retornaré al cenobio, porque está claro que la lucha, la paciencia, y sobre todo la ayuda de Dios son necesarios en todas partes.

Un hermano dijo a un anciano: padre, yo estoy en la celda sin hacer nada de lo que es propio de los monjes: relajado, como bien, bebo, duermo y estoy lleno de turbamiento junto a los malos pensamientos. El anciano le respondió: quedate en la celda y haz todo lo que puedas, sin turbarte. Lo poco que tú haces ahora, equivale a los grandes trabajos del abad Antonio en el desierto. Yo estoy seguro que quien queda tranquilo en la celda, por amor a Dios, y velando sobre su conciencia, llegará al mismo lugar donde está el Abad Antonio.

Pidieron a un anciano, qué tenía que hacer un monje celoso para no escandalizarse del retorno de ciertos monjes al mundo. Respondió el anciano: el monje tiene que darse cuenta de cómo los perros cazan una liebre. Un perro la ve, y la acosa deprisa. Otros perros ven correr el primer perro, y se ponen a correr detrás suyo, pero al cabo de un rato, retroceden. Mientras que el perro que ha visto la liebre, no se detiene ni delante de las espinas, o los precipicios. No tiene reposo, hasta que la ha atrapado. Así tiene que hacer el monje, y todo aquél que busca a Cristo hace falta que tenga, sin cesar, los ojos puestos en la Cruz pasando por encima de todos los escándalos que encuentra, hasta que alcance al Crucificado.

Decía un anciano: Un árbol no puede dar fruto si es trasplantado a menudo. Igualmente el monje que va de un lugar a otro, no puede dar fruto.

Durante 9 años un hermano fue atormentado por el deseo de dejar el monasterio. Cada día se preparaba la maleta diciéndose: mañana me marcharé. Pero al día siguiente se decía, me haré violencia y me quedaré un día más, por amor al Señor. Él hizo eso durante 9 años, y entonces el Señor le concedió la paz.

Un hermano sucumbió a la tentación, y abandonó la regla monástica. Cuándo quiso volver a la observancia regular, en su abatimiento se decía: ¿cuándo podré ser como antes? Y desanimado, no hacía nada. Finalmente fue a encontrar a un anciano que le explicó un ejemplo: un hombre dejó de cultivar su campo durante muchos años y crecieron muchas espinas. Decidido a volver a cultivarlo, envió a su hijo, pero el hijo viendo tanta faena por hacer se desanimó, y se puso a dormir. Cuando el padre se dio cuenta de ello, le dijo: limpia cada día sólo el trozo que necesitas para dormir, y un día todo el campo será limpio. Así también, tú hermano, trabaja un poco cada día, y Dios te restablecerá con su gracia en el estado de antes. El hermano lo hizo, con mucha paciencia, y encontró la PAZ y la gracia de Cristo.

Un hermano fue tentado durante muchos años hasta tal punto que, desesperado de su salvación, se condenaba él mismo. Entonces dijo: como he perdido ya mi alma, me voy del monasterio. Y cuando se iba oyó una voz que le decía: las tentaciones que tú has soportado durante tantos años son tus coronas. El hermano comprendió que no se tiene que desesperar de los malos pensamientos que nos vienen, sino que estos pensamientos nos procuran coronas, siempre que los soportamos como es debido.

NO HACER NADA PARA SER VISTO

Abad PASTOR: Que tu corazón aprenda a observar, lo que tu lengua enseña a los demás.

Abad PASTOR: Cuando los hombres hablan, quieren parecer perfectos, cuando practican lo que dicen, lo son menos.

Abad SISOES: Si la gloria de los hombres no viene de Dios, no tiene ninguna consistencia.

Un abad dijo al abad Sisoes: cuando leo las Escrituras me preocupa preparar un buen discurso para responder a las preguntas que me hagan. Le dijo Sisoes: eso no se en absoluto necesario. Procura solamente adquirir el don de la palabra por la pureza de corazón, y quedarás libre de preocupaciones.

Amma SINCLÈTICA: Igual que el fuego hace embeber la cera, los alagos hacen perder al alma su vigor y su entereza. Es imposible a quien posee la gloria del mundo, producir frutos para el cielo.

NO SE DEBE JUZGAR A NADIE

Un hermano pecó, los ancianos se reunieron para juzgar lo que se debía hacer con él, y enviaron a buscar al abad Moisès. Éste fue con un saco agujereado y lleno de arena que se cargó en la espalda, de manera que mientras andaba la arena iba cayendo. Cuando los otros lo vieron le preguntaron: ¿qué significa eso? Él dijo: mis pecados se caen detrás de mi, y yo no me doy cuenta. ¿Y ahora yo he venir a juzgar los pecados de otro? Y los ancianos dijeron: tienes razón.

Abad PASTOR: si quieres encontrar el reposo en este mundo y en el otro, debes decirte constantemente: ¿Quién soy yo? Y no juzgues a nadie.

Abad PASTOR. Le preguntaron: ¿si veo la falta de mi hermano, esta bien que calle? Respondió: cada vez que escondemos el pecado de nuestro hermano, Dios esconde también el nuestro. Y cada vez que denunciamos las faltas de nuestros hermanos, Dios denuncia las nuestras.

Abad PASTOR: No desprecies a nadie, no juzgues a nadie, no digas mal de nadie y entonces Dios te dará el reposo, y tu vida en la celda será sin turbación.

SOBRE LA DISCRECIÓN

Abad ANTONIO: Muchos han castigado su cuerpo con la ascesis pero su falta de discreción los ha alejado de Dios.

Un hermano pidió al abad ANTONIO: ruegue para mí. Le respondió: ni Dios ni yo tendremos piedad de ti, si tú no tienes piedad de ti mismo, y no pides nada a Dios.

El abad ARSENIO respondió al abad Marcos que le consultaba qué tenía que hacer con un monje que tenía legumbres (comida) en la celda. Es bueno no tener, pero eso depende de las disposiciones de cada uno. Y si este hermano no tiene fuerza para soportarlo, que plante legumbres.

Abad AGATÓN: El hombre irascible aunque resucite muertos, no es agradable a Dios a causa de su cólera.

Tres hermanos fueron a consultar al abad AQUILES. Uno de los tres hermanos tenía muy mala reputación. Los tres le pidieron un recuerdo, y él lo concedió sólo al de la mala reputación. Al día siguiente los otros dos fueron y le pidieron el porqué de aquella preferencia, y les respondió: sabía que vosotros no os entristeceríais, pero él quizás sí, pensando que era un desprecio por la mala reputación.

Abad ABRAHAM: Las pasiones no se matan, siempre están vivas, pero en las personas sanas están sólo encadenadas.

Un hermano fue a encontrar al abad TEODORO diciéndole: ¿sabes que un hermano se ha vuelto al mundo? Le respondió: no te extrañes de eso. Éxtrañate más bien si sabes que un hermano ha podido huir de la cólera del enemigo.

Un ermitaño célebre fue a ver al Abad PASTOR y le habló de las Escrituras y de cosas espirituales, pero el Abad no le devolvió respuesta. Cuando otro hermano le preguntó porque no le respondía, él le dijo: "el ermitaño de arriba, dice cosas celestiales, pero yo soy de abajo, y digo cosas terrestres. Si él me hubiera hablado de pasiones del alma, yo le habría respondido, pero él me habló de cosas espirituales que yo ignoro". Entonces dijo el ermitaño: verdaderamente este hombre es de Dios.

Un hermano dijo al abad PASTOR: he hecho un gran pecado y voy a hacer penitencia durante tres años. Respondió el abad: es demasiado. ¿Me aconsejas, pues, sólo un año? Es demasiado, le volvió a responder. ¿Pues 40 días? Es demasiado, le dijo. Y añadió: a mi entender, cuando un hombre se arrepiente con todo su corazón y se aleja del pecado, Dios está contento al mismo momento.

El abad PASTOR interrogado sobre pensamientos impuros, respondió: los vestidos abandonados mucho tiempo, acaban por convertirse en polvo. Igualmente pasa con los pensamientos impuros que estan en nuestro corazón, si no los ejercemos físicamente se deshacen.

Abad PASTOR: No vivas en un lugar donde tú veas que los otros se acogen a tu sombra. No harías ningún progreso.

Abad PASTOR. Un hermano dijo al abad Pastor: me vienen muchos pensamientos que me duelen. El anciano le dijo: coge el aire y envuélvelo con tu delantal. Respondió: no puedo. Pues bien, respondió el anciano, tampoco puedes privar los pensamientos de venir, pero lo que tú puedes hacer es resistirlos.


El abad PAMBO fue interrogado por dos hermanos. Uno le dijo: ¿ayuno dos días por semana, y no como sino mendrugos de pan, crees que soy monje? El otro le dijo: del trabajo que hago me guardo un poco para alimentarme, y el resto lo doy en limosnas. ¿Crees que soy monje? El anciano al cabo de tres días dijo: "Pambo, tú ayunas dos días, ¿crees que por eso eres monje? ¡No! Pambo, tú trabajas y haces limosnas, ¿crees que por eso eres monje? ¡No! Y añadió: eso son buenas acciones, pero si guardas tu conciencia de juzgar a tu hermano, entonces serás monje.

Un hermano fue a encontrar al abad SILVANO DEL SINAÍ, y viendo los monjes cómo trabajaban dijo: "no os ocupáis de la comida que se estropea, Maria ha escogido la mejor parte" (Lc. 10,42). El anciano envió a este hermano a una celda. Al llegar el mediodía no lo fueron a buscar para comer. Entonces fue a reclamar al abad SILVANO. Y el abad le dijo: "tú eres un hombre espiritual y no tienes necesidad de alimentos. Nosotros somos carnales y comemos. Es por eso que trabajamos. Tú has escogido la mejor parte: rezas todo el día, y no necesitas alimento. El hermano hizo una metànoia (inclinación) y dijo: ¡Perdonadme! Añadió el anciano: "María tiene necesidad de Marta, y es gracias a Marta que Maria alaba al Señor".

Amma SINCLÉTICA: Hay una tristeza útil y una tristeza devastadora. La tristeza útil nos hace llorar nuestros pecados y las debilidades de los otros, y nos empuja a abandonar la resolución de llegar a la perfección del bien, sabiendo que todos somos pecadores. Éstas son las características de la verdadera sabiduría. Pero hay otra tristeza que viene del enemigo: la acèdia (el disgusto) que viene sin motivo alguno. Contra ésta hay que luchar redoblando la plegaria.

Amma SINCLÈTICA: Una ascesis desmesurada viene del diablo. No quieras ayunar mucho y después comer mucho. No gastes todos los cartuchos de una vez si no quieres encontrarte desarmado a la hora de la lucha. Lo que diferencia la ascesis real de la diabólica es la moderación. Vela siempre sobre tu cuerpo y tu alma, son tus armas para devenir pronto a cualquier contrariedad.

Amma SARA: Si yo pidiera a Dios que todas las personas estuvieran satisfechas de mí, tendría que hacer metànoies (inclinaciones) en la puerta de cada una. Yo prefiero rogar a Dios que me guarde el corazón puro delante de todo el mundo.

Amma SARA: No es la presencia de malos pensamientos lo que nos lleva hacia la condenación, sino el mal uso de estos pensamientos. Tanto puedes naufragar a causa de ellos, cómo ser coronado por su causa.

Amma SARA: No luches contra todos los malos pensamientos sino contra uno solo, pues todos los pensamientos de los monjes tienen un solo centro. Hace falta examinar cuál es su naturaleza en concreto, y después luchar contra ella, así los otros pensamientos perderán fuerza.

Un hermano preguntó a un anciano. Padre: yo interrogo a los ancianos que me responden muchas cosas, pero no me queda nada de lo que me dicen. ¿Con qué fin, pues, interrogarlos si no saco ningún provecho? Entonces el anciano le hizo coger dos vasijas que estaban vacías y le dijo: llena una de agua y vuelve a vaciarla. Hazlo otra vez, otra, y después le preguntó: ¿cuál es la vasija más limpia?. La que ha pasado agua, dijo el hermano. Entonces el anciano respondió: Pues igualmente pasa con las cuestiones que tú propones. Bien que no retienes nada de lo que oyes, pero mientras tanto te purificas más que aquél que no pregunta nunca.

Un anciano: Cuando nos reunimos para hablar de cosas buenas nosotros entramos en el cielo. Cuando decimos mal del otro entramos en el infierno.

SOBRE LA VIGILANCIA

Abad ARSENIO: Lucha con todas las fuerzas, para que tu actividad interior sea según Dios, si lo buscamos, vencerás las pasiones del hombre exterior.

Abad ARSENIO: Si buscamos a Dios, Él se nos aparecerá, y si lo retenemos, Él permanecerá cerca de nosotros.

Abad ALÒNIUS: Si el hombre quiere, un solo día es suficiente para llegar a la perfección.

Abad TEONAS: Es porque nuestra alma está distraída y se aparta de la contemplación de Dios, que nos convertimos en cautivos de las pasiones carnales.

Amma SINCLÉTICA: Nosotros no tenemos seguridad en este mundo. Sant Pablo dice que el que está de pie que vigile de no caerse. Nosotros parece que navegamos sobre la mar calma, pero en todo momento nos podemos perder abandonando el gobierno de la justicia.

Abad HIPERÈQUIOS: ten siempre en tu espíritu el Reino del cielo, y pronto lo tendrás por herencia.

Abad HIPERÈQUIOS: Si se pierde oro o plata se puede encontrar, pero si pierde una ocasión no la volverás a encontrar nunca.

Abad HIPERÈQUIOS: Si no vigilamos nuestro exterior, es imposible que guardemos nuestro interior.

SOBRE EL ROGAR CONTINUAMENTE

El abad AGATÓN dijo a unos hermanos que le preguntaron cuál era la virtud que pide más esfuerzo. Dijo: a mí me parece que la que pide más esfuerzo es rogar a Dios. Si el hombre desea rogar a Dios, los demonios lucharán para interrumpir su oración, ellos saben que nada los hace tanto obstáculo como la plegaria que se levanta hacia el cielo. En efecto, cualquier trabajo que haga el hombre religioso, aunque le pida mucho ardor y constancia, acabará por obtener el reposo. La plegaria, en cambio exige hasta el último respiro, un combate penoso.

Abad HIPERÈQUIOS: Así como es imposible ver la propia cara en el agua turbia, tampoco podemos contemplar a Dios sin ser purificado de los deseos malsanos.

SOBRE LA PRÁCTICA DE LA HOSPITALIDAD Y LA MISERICORDIA

Un hermano fue a visitar un anacoreta, y al marcharse le dijo, perdonadme, ya que no os he permitido practicar la regla. El anacoreta le respondió: mi regla es ofrecerte la hospitalidad y enviarte en paz.

Hasta en las buenas acciones, el demonio envía al alma un espíritu mezquino en los detalles, con el fin de hacer perder la recompensa. Había un sacerdote que hacía muchas limosnas. Un día una viuda le pidió trigo llevando una medida grande. El sacerdote le dijo: "es bastante grande esta medida". La viuda quedó confundida. Al haberse marchado le dijo el anciano: ¿Lo has dejado este trigo? No, dijo, sino que se lo he regalado. Entonces dijo el anciano, si lo das sin esperar nada ¿por qué en este detalle eres tan mezquino, hasta al punto de avergonzar a la mujer?


SOBRE LA OBEDIENCIA

Vinieron a ver al abad PAMBO cuatro hermanos. Uno ayunaba muy a menudo, el otro no poseía nada, el otro tenía una gran caridad, y el otro vivía sometido a un anciano desde hacía 22 años . Dijo el abad Pambo: La virtud de éste último sobrepasa la de todos los otros, porque ellos han conseguido la virtud por propia voluntad, pero él abandona la propia voluntad para hacer la de otro. Los hombres de este temple son mártires, si persisten hasta al fin.

Amma SINCLÈTICA: Entre los que viven en comunidad nosotros preferimos mucho más la obediencia a la ascesis, pues la ascesis es maestra de orgullo, mientras que la obediencia es maestra de humildad.

Los demonios dijeron a un hermano: Tú nos has vencido, ya que cuando te ensalzamos tú te humillas, y cuando te humillamos tú te elevas sobre las cimas. Porque cuando te decimos: tú has hecho un gran progreso, tú piensas en tus pecados. Y cuando te hacemos ver que eres muy negligente, tú dices: rezaré algunos salmos con la confianza que Dios tendrá misericordia de mí, y de esta manera nos vences.

Dijo un anciano: en casa de aquél que empieza a convertirse, Dios no busca nada tanto como la obediencia.

 

Dijo un anciano: el hermano que vive la sumisión a un padre espiritual, tiene una gran recompensa, más que el que se retira al desierto, a solas.

SOBRE LA HUMILDAD

El abad ANTONIO: Vio las trampas del enemigo extendidas por toda la tierra y gimiendo dijo: ¿quien, pues se escapará? Y oyo una voz que decía: LA HUMILDAD

El abad ARSENIO atacado por los demonios, rogaba: ¡Senyor no me abandones en absoluto! Yo no he hecho nada de bueno a tus ojos, pero dame, al menos ahora, de empezar a vivir bien.

El abad MOISÉS dijo al hermano ZACARÍAS: dime qué tengo que hacer. Al oír estas palabras Zacarías se tiro a sus pies diciendo: ¿Padre eres tú quien me interrogas? Y el anciano respondió: créeme hijo mío Zacarías, yo he visto el Espíritu Santo sobre ti. Entonces Zacarías cogió la capucha, la tiró al suelo y la pisó diciendo: Si uno no es pisado así, no puede ser monje.

El arzobispo Teòfilo dijo al abad de Nítria: Padre ¿qué has encontrado de ventajoso en este camino? Le respondió el anciano: el acusarme a mí mismo. Es verdad, no hay otro camino a seguir, dijo el arzobispo.

El abad TEODORO comía con los monjes. Ellos se pasaban las copas mutuamente sin decir nada, ni  el "perdonadme" habitual. El abad Teodor dijo entonces: los monjes han perdido su título de nobleza, o sea la palabra: "perdonadme".

Abad TEODORO: La humildad y el temor de Dios están por encima de todas las otras virtudes reunidas.

El demonio dijo a MACARIO: Yo hago todo lo que tú haces, ayuno, velo...etc. Pero hay una sola cosa por la que tú me tienes dominado y que me priva de vencerte: tu humildad.

El abad PASTOR interrogado sobre el comportamiento de un monje, dijo: sé reservado como si fueras forastero, no busques imponer tu punto de vista, así vivirás en paz.

Abad PASTOR: Prosternarse delante de Dios, no darse importancia, y dejar la propia voluntad, he aquí las herramientas con las cuales el monje puede trabajar.

Abad PASTOR: La humildad es la tierra que el Señor ha pedido para hacer su sacrificio. Si el hombre se pone en su lugar, no quedará confundido.

Abad SISOES: El que practica en silencio la ruptura, y consiente a no ser nada, cumple todas las Escrituras.

El abad SISOES interrogado sobre qué es vivir como monje, respondió: callar, y allí donde vayas, decirte: no me impondré en nada. Eso es vivir como peregrino.

Abad SISOES: No es una gran cosa que nuestro espíritu esté con Dios. Lo que es una gran cosa es que te veas a ti inferior a toda criatura. Este pensamiento unido al trabajo esforzado, he aquí lo que lleva a la humildad.

Amma SINCLÈTICA: Es tan difícil salvarse sin humildad, como construir un barco sin madera.


Amma SINCLÈTICA: Aquél que es alabado y honrado más de lo que merece, recibe un grave mal. Por contra, aquél que los hombres no habrán nunca honrado, será glorificado allí arriba.

Un hermano preguntó a un anciano: Padre, si un hermano mío me comunica pensamientos del mundo ¿quieres que le diga que calle? No le respondió el anciano porque nosotros no lo sabemos hacer. No fuera que, después de haber pedido al próximo de no hacerlo, nosotros también lo hiciéramos. ¿Qué tengo que hacer, pues? preguntó al hermano. Callemos nosotros, respondió el anciano, y eso será suficiente.

 

Un anciano: La humildad es que tú perdones al hermano que ha pecado contra ti, antes de que te haga una "metànoia" (te pida perdón)

 

Un anciano dijo: nunca me he alterado por quedar en la oscuridad, sino que mi solo pensamiento es rogar al Señor que me despoje de mi hombre viejo.

Un anciano dijo: la humildad es hacer el bien al que te hace daño, y si no llegas a esta altura, huye, al menos, escogiendo el silencio.

Un anciano, interrogado sobre quien son los corderos y quien los cabritos, respondió: el cabrito soy yo, con respecto a los corderos, Dios lo sabe. Y respondió el hermano: a mí me salva tu humildad.

Un anciano hacía 60 semanas seguidas de ayuno para que le fuera revelado un texto de la Escritura. Y viendo que no lo había conseguido se dijo: me voy a preguntarlo a un hermano. Entonces se le apareció un ángel que le dijo: las 60 semanas no te han acercado tanto a Dios, como el acto de humildad de irlo a pre­guntar a un hermano.

Un anciano: Si uno da una orden a un hermano con humildad y temor de Dios, esta orden dispone al hermano a someterse y a hacer lo que le mandan. Pero si uno la da con espíritu de dominio, queriendo hacer sentir su autoridad, Dios, que ve los secretos del corazón, no inspira en absoluto al hermano para que entienda y ejecute la orden. Lo que se hace según Dios es reconocido por su humildad y forma de plegaria. Mientras que lo que es mandado con irritación o brusquedad, viene del maligno.

Un anciano: prefiero una caída soportada con humildad, que una victoria obtenida con orgullo.

Un anciano: No desprecies ningun inferior, pues tu no sabes si el Espíritu está en él o en ti.

Un anciano: cuando un hermano peca, es mejor callar. Tu silencio humilde ayudará al hermano.

Un anciano fue interrogado, ¿en qué consiste el progreso para el hombre? Dijo: en la humildad. Como más uno se inclina hacia la humildad, más se levanta hacia la perfección.

Un anciano: Si se dice: perdonadme, humillándose, toda tentación es vencida.

Un anciano: Cuando el hombre se acusa a él mismo, no pierde en absoluto su recompensa.

Preguntaron a un anciano ¿qué quiere decir ponerse siempre bajo los demás? Dijo: es no estar atento a los pecados de los otros, sino a los propios, y rogar a Dios sin cesar.

Un anciano dijo: aquél que soporta pacientemente los menosprecios y las injurias, es salvado.

Un anciano dijo: son más bienaventurados los que ven los propios pecados, que los que ven a los ángeles.

Un anciano dijo: cuando uno tiene razón delante de un hermano que lo ha herido, no tiene que hurgar porque le dé la razón. Lo que Dios quiere es que el hombre tire sus pecados a los pies de Dios. Éste es el secreto de la santidad.

SOBRE EL SOPORTAR EL PROJIMO.

Unos hermanos rodearon al abad Juan KOLOBOS para hacerle unas preguntas. Al verlo, un anciano le dijo por celos: abad Juan, tu vaso está lleno de polvo. Es verdad, respondió él, tú dices eso y no ves el interior, pero si vieras mi interior, ¿qué dirías?

JUAN de Tebas sirvió 12 años a su Abad para aligerarlo de sus enfermedades. Y el anciano siempre lo trató con menosprecio, sin decirle una palabra de coraje. Pero cuando estuvo en las puertas de la muerte, en presencia de los ancianos de la región dijo el anciano: he aquí un ángel y no un hombre.

Si alguien tenía un hermano débil, o insolente, el abad Isidoro decía: enviádmelo a mí. Y él curaba su alma a fuerza de paciencia.

Abad PASTOR: Sean cuáles sean tus penas, la victoria sobre ellas consiste en callar.

Los filósofos dijeron a un anciano: ¿qué hacéis de más vosotros, de lo que hacemos nosotros? ¿Vosotros ayunáis? nosotros también. ¿Maltratáis al cuerpo? nosotros también. ¿Qué hacéis pues vosotros en el desierto? El anciano les respondió: nosotros ponemos nuestra confianza en la GRACIA de Dios, y practicamos la pureza (guarda del corazón). Nosotros no triunfamos en eso, dijeron los filósofos.

Un hermano defectuoso, deseaba todo lo que tenía su anciano y a escondidas le robaba. El anciano que se dio cuenta de ello, no lo reprendió, sino que se redobló su trabajo a causa del hermano. Cuándo llegó a las puertas de la muerte, besó las manos del hermano ladrón y le dijo: Hermano yo doy gracias a estas tus manos porque a causa de ellas yo voy al Reino del cielo. Entonces el hermano se llenó de compunción, hizo penitencia y se convirtió en un buen monje, según el ejemplo de aquel gran anciano.

SOBRE LA CARIDAD

El abad ANTONIO dijo: la vida y la muerte nos vienen del prójimo. Si ganamos a nuestro hermano ganamos a Dios, si lo escandalizamos es contra Cristo que pecamos.

Abad AGATÓN: En tanto como he podido, no he ido nunca a dormir guardando en mi corazón resentimiento contra nadie, y no he dejado nunca que nadie fuera a dormir teniendo alguna cosa contra mí.

Abad PASTOR: No hay nada más grande que el amor, que consiste en dar la vida para el prójimo. En efecto, cuándo alguien es insultado o malherido por un hermano, si le devuelve bien por mal él da su vida para el prójimo.

El abad PAFNUFIO voluntariamente no bebía nunca vino. Una vez, estando de camino, es encontró con una patrulla de bandoleros que estaban bebiendo. El jefe de la patrulla lo conoció y le dijo para mofarse, si no bebéis vino con esta copa os corto la cabeza. El anciano queriendo ganárselo, bebió. Entonces, el jefe de los bandoleros le hizo una metànoia (reverencia) diciendo: Padre perdonadme, pues os he molestado. Le respondió el anciano: Yo creo que Dios te hará misericordia en este mundo y en el otro, a causa de esta copa. Y el jeze de los bandoleros se convirtió, con toda la patrulla, al oir eso.

Un anciano llamó a un joven monje i le dijo: vivamos juntos. Pero el joven le dijo: yo soy pecador y no puedo vivir contigo. Pero el anciano insistió. Entonces el joven le dijo (para probarlo): la semana pasada fui a la ciudad y pequé con una mujer. El anciano le preguntó ¿quieres arrepentirte? Sí, contestó. Añadió el anciano: pues yo llevaré la mitad de este pecado. Entonces le dijo el joven: Ahora sí que veo que podemos vivir juntos.

Un anciano: Si alguien te pide alguna cosa, y tú la das de mala gana, hay voluntad propia en este don. No está escrito: ¿si alguien te alquila por una milla, haz dos con él? Y eso quiere decir: si alguien te pide alguna cosa, dala del fondo del corazón, y con toda el alma.

Un anciano: No he deseado nunca una cosa que me pudiera ser útil si eso comportaba un daño para mi hermano, pues creo que la ganancia del hermano es para mí la mejor ventaja.