LUGARES  de la  MUERTE y  RESURRECCIÓN  de  JESÚS
en  el  SANTO SEPULCRO  de  JERUSALÉN


 ROCA  DEL  CALVARIO


Ventana desde donde se ve la roca.  Planta baja de la Iglesia del Sto. Sepulcro

Altar del piso de arriba, 
desde donde se ve la roca a los lados

Detalle de la roca, a través del cristal de los lados del altar


 CRIPTA  DE  Sta.  ELENA

Roca del techo de la cripta del piso inferior de la Basílica, y que corresponde a una cisterna en desuso en el siglo I, donde los romanos tiraban las cruces después de las crucifixiones


SEPULTURA DE JESÚS


Mármol que cubre actualment la sepultura de Jesús


El ángel anuncia a las mujeres que la sepultura está vacía


Sepultura de José de Arimatea, que Constantino dejó en la Basílica como testimonio visible. Corresponde a la parte más honda del sepulcro nuevo que él se había hecho excavar.


Conjunto actual del lugar de la Sepultura de Jesús.

Popes anunciando la PASCUA, 
en la entrada del Sepulcro.

¡¡¡EL SEÑOR HA RESUCITADO !!!

¡¡¡REALMENTE HA RESUCITADO !!!

EL  SANTO  SEPULCRO  Y  LA  TRADICIÓN


Desde la  basílica de Constantino
 hasta el  día de hoy, la tradición del lugar del Sto. Sepulcro no  ha cambiado.  Nadie duda de ello. Lo interesante es probar la localización anterior, o sea desde el momento en que sucedieron los hechos hasta el s IV. Y habiendo consultado una amplia información, pienso que se puede asegurar sin dificultad. 

Después de la resurrección de Jesús, los escritos del Nuevo Testamento y otras fuentes dan fe de un  nacimiento del cristianismo en la Ciudad Santa, a pesar de las persecuciones. Conocemos los nombres concretos de los obispos de Jerusalén después de Santiago, el "hermano" del Señor, hasta el s II. Y sabemos que esta iglesia estuvo  estrechamente relacionada a este grupo de "parientes de Jesús". 

Pasada la destrucción de Jerusalén, en el año 70, la vuelta de  judíos y cristianos está bien documentada. Fue justamente la insurrección judía de Barkoba y las luchas constantes, lo que provocó la destrucción completa de la ciudad, llevada a cabo por el emperador Adriano en el año 135. Para aplastar a los  judíos edificó un templo dedicado a Júpiter en el lugar donde estaba el Templo de Salomón y, para borrar la huella de los  cristianos, construyó el de templo de Venus donde ya se veneraba la muerte y la resurrección de Jesús.
Esta era una táctica constante en tiempos antiguos. Para ahogar un culto imponían otro en el mismo lugar.

Este hecho, paradójicamente, resultaba una forma indirecta, pero clara, de señalar la tradición de los lugares que ellos pretendían esconder. 

Si, en sus orígenes, la comunidad de la Ciudad Santa fue presidida por obispos del grupo de "parientes del Señor", a partir ese momento aparecerá una nueva comunidad cristiana guiada por obispos griegos que, según los historiadores, "hacen germinar de nuevo la cruz, en el lugar en que había estado plantada" (Daniel Rops). 

Nos consta que hacia el año 200, Luciano, que es enviado desde Roma como detractor de esta iglesia cristiana de Palestina, da fe de su vitalidad evangélica reconociendo  que de criminales no tienen nada. Como máximo se les puede  tildar de un poco cortos, pues a él, que no le conocen de nada, le han ofrecido una acogida desproporcionadamente generosa, propia de personas más bien rudas, según él. Nosotros las calificaríamos como "cristianas convencidas". 

En el año 215 sabemos que la iglesia de Jerusalén se mantenía activa por el hecho de que el obispo Alejandro (griego), da carta blanca al joven Orígenes, aún laico, para predicar. Y en el  230 le ordena presbítero. Por otro lado, en este tiempo ya se nos habla de peregrinaciones a Jerusalén. Esto quiere decir que ya se debían venerar los lugares principales. 

No es extraño, por tanto, que Sta. Elena, la madre de Constantino, el año 334, se propusiera  recuperar los lugares Santos que tuvieron, entonces, dos basílicas independientes: una para el Calvario y la otra para el Sepulcro, pero que los cruzados en el s. XII unificaron en lo que es ahora una gran construcción románica, a pesar de las muchas modificaciones que ha sufrido con el paso de los años. 

En cuanto a la autenticidad de los lugares, pues, y a la importancia que esto pueda tener, diría que este cauce vivo de la tradición  nos concierne con fuerza. Diría que se palpa de una forma intensamente directa. Diría que nos toca a todos nosotros que nos llamamos cristianos.