El último monje de Tibhirine testimonio Por Jean-Marie Guénois 04/02/2011
ENTREVISTA – Superviviente de la matanza de 1996, nunca ha hablado desde la muerte de los monjes de Tibhirine. Hemos encontrado a frère Jean-Pierre en un monasterio en Marruecos, donde aceptó confiarse en exclusiva para Le Figaro Magazine. Habla de sus hermanos desaparecidos, de los acontecimientos trágicos que han vivido, de la película de Xavier Beauvois, De Dioses y Hombres. Pero también de su fe y de su esperanza. Fue Un encuentro luminoso.
EL FIGARO MAGAZINE – ¿Ha apreciado usted la película « De Dioses y Hombres »? Hermano Jean – Pierre – Me ha impactado profundamente. Me emocionó ver de nuevo las cosas que hemos vivido juntos. Pero sobre todo he sentido una especie de plenitud, ninguna tristeza. He encontrado la película muy bella porque su mensaje es tan verdadero….aunque la realización de la misma no es siempre exacta, en comparación con lo que ha ocurrido. Pero esto no tiene importancia. Lo esencial es el mensaje. Y esta película es un icono. Un icono dice mucho más que lo que se ve…Es un poco como un canto gregoriano. Cuando está bien compuesto, el autor pone un mensaje, y el que lo canta aún encuentra más, porque el Espíritu trabaja en él. En este sentido, este film es un icono. Es un verdadero éxito. ¿No tiene usted ninguna crítica que hacer? He oído algunos criticar el papel del Prior, Christian de Chergé. Algunos lo ven como un poco insignificante, pero lo encuentro muy bien. Otros lo ven austero, porque nunca lo ven sonreír. Pero está del todo en su personaje, que conviene a la grave situación que hemos atravesado. En este papel, admiro su manera de estar atento a sus hermanos, en particular en los momentos difíciles. No quiere imponer, El está a la escucha. Se le siente lleno de respeto por los hermanos. Se ve bien al pastor y su ansia de abrirse a Dios, para dejarse trabajar por Dios y tener la reacción que hace falta delante de los hermanos. En todo el film, se ve esta apertura a Dios, se Le interroga, se deja uno influenciar por El. ¡Es monástico! ¿Hay algo que falta en relación con la historia real? No me lo ha parecido ¿Pero cómo,como monje, vivió usted el éxito de la película? Estamos satisfechos y admirados de ver semejante éxito, ¡pero nosotros no tenemos nada que ver! El hecho de ser conocidos me estorba un poco…Un monje está hecho para estar oculto.
Cerca de la capilla, el “memorial” y las fotos de los siete hermanos decapitados. Abajo, a la derecha, la del hermano Amedée, igualmente superviviente de Tibhirine y fallecido estando aquí, en Mídelt, Marruecos. ¿Porque estaban ustedes al principio en contra del rodaje de la película? No quisimos aceptar la película y su rodaje en Marruecos, por razón del peligro de ser considerados sospechosos de proselitismo. Algunos, en ese momento, no recibían desde hacía tiempo su tarjeta de residencia. Teníamos que ser muy prudentes pero estábamos confiados a la voluntad del Señor. El equipo conocía nuestra oposición y los motivos de nuestra prudencia. No hemos sido, pues, consultados. Han sido muy respetuosos. ¿Cuando llegó a Tibhirine? Nunca olvidaré ese 19 de septiembre de 1964. Cuando llegamos en el 2 CV cerca del Monasterio, recordaré siempre la imagen de ese niño, sentado sobre un burro, que vino a nuestro encuentro para darnos la bienvenida. Yo estaba muy feliz. Desde mi pequeña celda, veía el muro, la huerta y el pueblo a lo lejos. Me dije a mí mismo: este el paisaje que veré hasta el final de mi vida. Porque en mi corazón, era para toda la vida. Sin vuelta. Allí he permanecido treinta y dos años, desde 1964 hasta el secuestro en 1996. ¿Cómo era la vida allí? Los principios fueron difíciles. La comunidad no tenía estabilidad y fue un periodo muy duro para vivir. Por otra parte, la nueva Argelia estaba imponiéndose. Las relaciones con la gente de los alrededores no era evidente Había reacciones de rechazo a los franceses. Se sentía este abismo con ocasión de las fiestas cristianas o musulmanas. No teníamos nada que ver los unos con los otros. Luchamos pues contra esto e intentamos adaptarnos mutuamente. Para ello, el dispensario, atendido por el hermano Luc, fue muy importante. ¡Recibía hasta 80 personas cada día! Luego Christian de Chergé, elegido Prior, en 1984. Necesitábamos a alguien como él que hablaba árabe y conocía bien la cultura musulmana. A partir de ahí, nos convertimos en una verdadera comunidad, más estable. Los que se comprometían, lo hacían verdaderamente. Éramos casi independientes. Lo que fue una ventaja, pues esto nos permitió tomar muchas iniciativas en la relación Islamo-cristiana. ¿Que papel ha tenido Christian le Chergé? Ha habido, con él, una evolución hacia la islamología. Personalmente, estudió mucho el Corán. Por la mañana, hacía su lectio divina, con una Biblia en árabe. A veces practicaba la meditación con el Corán. Buscaba como hacernos evolucionar. Teníamos relaciones con el Islam, pero no a un nivel intelectual. El conocía muy bien el entorno musulmán, y la espiritualidad sufí. Algunos monjes estimaban que la comunidad tenía que permanecer equilibrada y que no debía estar orientado todo hacia el Islam. Lo que provocó tensiones. Estas tensiones se superaron gracias a la creación de un grupo de diálogo y de relación con los musulmanes sufíes que llamamos “ribât”. Comprendimos que la discusión sobre los dogmas dividía, pues era imposible. Hablábamos pues del camino hacia Dios. Rezábamos en silencio, cada uno según su propia forma de oración. Estos encuentros bienales fueron interrumpidos en 1993 cuando esto empezó a volverse peligroso. Pero este conocimiento mutuo hizo de nosotros verdaderos hermanos en profundidad. ¿En que le ha marcado el Padre Christian de Chergé? Lo que más me ha marcado, fue su pasión interior por descubrir el alma musulmana y por vivir esta comunión con ellos y con Dios, permaneciendo un verdadero monje cristiano. ¿A quien se sentía usted más cercano? ¡Con el hermano Luc! Estábamos muy unidos. No era sacerdote, era hermano. Uno podía confiarse a él. Estaba lleno de sabiduría. En una comunidad donde no había muchos sacerdotes, no era fácil encontrar un director espiritual. Si teníamos un problema o una dificultad de relación con un hermano, íbamos primero a ver al hermano Luc, sabiendo muy bien como iba a respondernos. Era un modelo… en el capítulo mismo durante el periodo de tensión y de miedo, siempre tenía la palabra para hacernos reír. Era valioso para la vida de comunidad., Incluso, si como médico, él tenía un régimen especial, pues estaba en su dispensario todo el día, además ¡cocinaba! Empezaba su jornada a la 1 de la madrugada para estar listo a las 7 de la mañana en el dispensario. Tenía mucha asma y no conciliaba el sueño. ¡Dormía sentado! Muy unido a mí estaba también el Padre Amedée, el otro superviviente, que falleció aquí, en Midelt.
Nuestra Señora del Atlas perpetua, en Marruecos, el espíritu de Tibhirine y la misma tradición de dialogo con todos.
¿Rezan ustedes por sus hermanos desaparecidos? Intento dedicarles un tiempo, cada mañana. No los olvidamos. Están presentes. Todos. Intentamos progresar. La película, a este respeto, nos estimula en nuestra vocación. ¿Sus hermanos le hablan en sus oraciones ? No, todavía no…Tengo la certeza que están cerca del Señor. La he tenido desde el principio por razón de su martirio. Eso da alegría, no tristeza. Es lo que siento viendo la película: alegría, ¡nostalgia no! (risa). Esperando que el Señor nos envíe otros monjes que quieran vivir esto. ¿No siento usted nunca nostalgia por la vida en Thibirine? Un poco, sí…hemos vivido juntos cosas muy bellas. Y esta vida en común puede representar al Señor y la iglesia. Es una vocación preciosa. Puede llegar lejos. Cristo es más grande que la Iglesia. Los sufíes utilizaban una imagen para hablar de nuestra relación con los musulmanes, Es como una escalera con doble pendiente. Está puesta en el suelo y la cima toca el cielo. Nosotros subimos por un lado, ellos suben por el otro, según su método. Cuanto más cerca estamos de Dios, más cerca estamos los unos de los otros. Y recíprocamente, cuanto más cercanos estamos los unos de los otros, más cercanos estamos de Dios. Toda la teología está ahí dentro. Y sin embargo, era la muerte estaba allí en la cita… Lo que hemos vivido allí, juntos y desde el principio, era una acción de gracias. Nos habíamos preparados juntos. Por fidelidad a nuestra vocación, habíamos escogido quedarnos sabiendo muy bien lo que nos podía ocurrir. El Señor nos envía, no íbamos a renunciar aunque alrededor de nosotros, los violentos buscaran hacernos marchar, e incluso los oficiales. Pero teníamos nuestro Maestro y estábamos comprometidos con El. En segundo lugar estaba la voluntad de ser fieles a la gente de nuestro entorno para no abandonarlos. Ellos estaban también tan amenazados como nosotros. Estaban entre dos fuegos, entre la armada y los terroristas, los guerrilleros. La decisión de no separarnos fue tomada en 1993. Y aunque hubiésemos sido dispersados por la fuerza, teníamos que encontrarnos en Féz, en Marruecos, para establecernos en otro país musulmán.
¿Cómo vive lo ocurrido: como un fracaso o como un cumplimiento? Después del secuestro, el padre Amedée y yo nos vimos obligados a bajar a Argel con la policía. Rezábamos por nuestros hermanos. Para que Dios les diese la fuerza y la gracia de llegar hasta el final. Esperábamos una intervención de Francia o una intervención eclesiástica para obtener su liberación. Nos enteramos de su muerte el 21 de mayo 1996. Estábamos rezando las vísperas. De repente, un hermano joven llegó a la capilla y se tiró delante de todos, boca abajo, gritando su desesperación: “¡Los hermanos han sido asesinados”! Por la noche, mientras estábamos uno al lado del otro fregando los platos, le dije: “Hay que vivir esto como algo muy bello, muy grande, hay que ser dignos. Y la misa que celebremos por ellos no será de negro. Será de rojo”. Los vimos enseguida, en efecto, como mártires. El martirio fue el cumplimiento de todo lo que habíamos preparado desde hacía tiempo, en nuestra vida. Esos años que habíamos vivido juntos en el peligro. Estábamos preparados, todos. Pero eso no excluyó el miedo.
La capilla, corazón latiente del Monasterio: a la izquierda del altar, el icono de la Virgen traída de Tibhirine, desde entonces firmemente instalada, aquí, en Marruecos.
¿Cuándo comenzó el miedo? A partir de 1993, a raíz de la visita del GIA, la noche de Navidad. La comunidad creció en unión y en profundidad. El peligro estaba ya por todas partes, en todo momento, noche y día. Esto nos trastornó mucho. Verdaderamente pasamos por un gran bache en esos momentos. ¿Qué es lo que pasó exactamente? La Navidad de 1993, por la noche, saltaron el muro. Estábamos en la sacristía con Celestin, que preparaba las fichas de cantos para la misa de Navidad. Hombres armados hasta los dientes nos rodearon. Los croatas acababan de ser asesinados, pensábamos que también íbamos a morir. Nos tranquilizaron. No nos harían nada por ser religiosos. Luego empezaron a hablar mal del gobierno. Y el jefe dijo: « Quiero ver el Papa de aquí. » Fuimos a buscar a Christian, que inmediatamente dijo: « Aquí no se puede entrar con armas. Si queréis venir aquí, dejad vuestras armas fuera. Nadie nunca entró aquí armado. ¡Esta es una casa de paz!». Finalmente hablaron y pidieron tres cosas: que el médico fuera a curar los heridos en la montaña, medicinas, y dinero. Con tacto, Christian respondió no a las tres peticiones. Salvo por los heridos que podían venir como todo el mundo al dispensario. Y después les dijo en árabe que estábamos preparando « la fiesta del nacimiento del Príncipe de paz». No lo sabían y pidieron excusas, pero dijeron: «Volveremos». Dando una consigna: preguntarían por «Monsieur Christian» Esa noche la misa del gallo tuvo un sabor especial. Al día siguiente, en capítulo, comenzamos las discusiones sobre el futuro. ¿Qué se decidió entonces? Que si nos pedían dinero, les daríamos un poco para evitar la violencia, pero pensábamos de todas maneras irnos, porque no queríamos colaborar con ellos. Después, el obispo de Argel vino a decirnos que si decidíamos irnos, no deberíamos hacerlo todos a la vez, para no trastornar a la Iglesia de Argelia. Decidimos que dos de entre nosotros se irían. Celestin, que había estado traumatizado por esta Navidad, y que tenía que sufrir seis intervenciones cardíacas, y el hermano Paul, que necesitaba reposo. ¿Había unanimidad entre vosotros? Hubo otro capítulo después de esa Navidad. Unos pensaban que había que quedarse, los otros que era mejor irse. Que además, en ese momento, por seguridad, estábamos obligados a cerrar el Monasterio desde el atardecer hasta por la mañana. Hemos dicho también a los huéspedes que no vinieran más. Estábamos aislados. Esto cambió la economía del Monasterio y había que encontrar otros medios para vivir. ¿Hubieron pues discrepancias? Eso evolucionó. El padre Armand Veilleux, vino a predicar uno de los últimos retiros, y nos dijo que habíamos llegado a la cima de nuestra vida en común. Habíamos pues llegado unánimemente a la decisión de quedarnos. Las relaciones fraternales se habían consolidado. En capítulo, no podíamos tomar a la ligera decisiones tan graves. En relación el GIA, en relación a una partida, sobre nuestra conducta si éramos secuestrados o dispersados…Entonces estábamos todos decididos a quedarnos, pero el temor de lo que iba a sucedernos estaba presente, más o menos, en cada uno de nosotros. Pero la vida seguía. Había atentados a izquierda y derecha. Gente cercana al Monasterio había sido arrestada o amenazada. Este era el clima en el cual estábamos viviendo.
Frère Jean-Pierre canta los oficios con una voz de joven; en su mirada, la gravedad, pero también una alegría interior.
¿No había serenidad, aun después de haber escogido quedarse? No, ninguna. De noche, cuando cantábamos completas, había como una plancha de peligro, de plomo, que planeaba sobre el Monasterio. De noche, podía ocurrir cualquier cosa. Nos decíamos: ¿que va a pasar esta noche? No considerábamos ser asesinados, pero sabíamos que esto podría ocurrir en cualquier momento. Teníamos suerte de ser una comunidad. Y la vida continuaba, uno era cocinero, el otro jardinero, el otro se ocupaba de la administración. Esto permitía olvidar, pero al atardecer, en la noche, nos preguntábamos lo que podía ocurrir. No hablábamos de esto, pero cada uno pensaba en ello. ¿Qué pasó la noche del secuestro? La noche del secuestro, estaba en la habitación de la portería. Me desperté hacia la una, al oír el ruido de las voces delante del portal. Ya estaban en el interior, en el jardín. Seguramente querían ver al médico Yo esperaba que llamaran a la puerta para presentarme. Fui a mirar por la ventana. He visto a uno que iba directamente a la habitación de Luc. Cosa que no era normal, pues cuando se quiere ver al médico, se llama al portal, y el portero se presenta. Y oí una voz que decía: « ¿Quién es el jefe? » Y reconocí a Christian. Pensé: «Los ha oído antes que yo y les ha abierto y les va a dar lo que quieran.» Al cabo de un cuarto de hora, oí la puerta que da a la calle cerrarse y pensé que se habían ido. Un poco más tarde, el padre Amedée llamó y me dijo: « ¡Los hermanos han sido secuestrados! ». Salieron entonces por detrás , si no, yo les habría oído. ¿Qué sintió entonces? La pregunta que se me ocurrió pensar inmediatamente fue: “¿Si los hubiera oído y visto salir, qué hubiera hecho? ¿Me hubiera quedado o hubiera corrido tras ellos para ir con ellos? ¿Y su respuesta? Todavía no me he contestado a esto. Si esto hubiera ocurrido, no hubiera sido fácil, pero tengo el sentimiento que hubiera corrido tras ellos. Amedée me dijo en seguida: «No los van a matar, porque si hubieran querido hacerlo, lo hubieran hecho en el momento». Era en efecto, muy difícil circular por la montaña de noche, pues había un puesto militar no lejos, en la colina. Además, Luc tenía 82 años y otro acababa de salir del hospital, con seis operaciones cardiacas. Andar con gente así, no era fácil. Pensábamos que iban a servirse de ellos para algún plan. Entre tanto, nos sentíamos solos, privados de nuestros hermanos. La comunidad estaba destruida. Esperábamos naturalmente que fueran liberados pronto, pues si no volvían la vida se habría acabado en el Monasterio. Un extracto de la película de Xavier Beauvois, De dioses y hombres
¿Por qué los raptores no entraron como de costumbre? Cuando venían saltaban el muro. Y desde el interior abrían la puerta que daba a la calle. Había un simple pestillo. Nunca estuvo esta puerta cerrada con llave. Queríamos que nuestras relaciones fuesen fundadas en la confianza mutua. ¿Los raptores eran gente de la GIA o no? El guardián del Monasterio me dijo que habían ido primero a su casa diciéndole que querían ver al médico, bajo pretexto de que tenían a dos heridos graves. Le había contestado que los padres le habían prohibido prolongar su servicio de guardia del Monasterio durante la noche. Lo que era verdad, se lo habíamos prohibido para que no hubiese problemas para su familia y por él en el caso de una desgracia, si ocurría una agresión…Insistieron. El guardián salió de su casa pues, por el patio interior para ir al Monasterio. Ahí, se encontró con un grupo que ya estaba en el patio. Llevado delante del portal que daba a la portería, se encontró con un grupo que había apresado al padre Christian. Este último preguntó: « ¿Quién es el jefe? » Uno de los raptores contestó designando al cabecilla: « Es él, el jefe, hay que obedecerle». Y uno de ellos, dirigiéndose al guardián, preguntó: « ¿Son siete verdad? ». El guardián contestó: «Así es, como tú lo dices». Sin embargo, éramos nueve…Esta es probablemente la razón por la cual el padre Amadeo y yo mismo no fuimos secuestrados; pues después de haber cogido a siete hermanos, se fueron del lugar sin registrar la casa. ¿Pero usted, qué cree: ¿Quién los secuestró? ¿El GIA o el ejército? No sabemos quienes vinieron al Monasterio. Por lo demás, nos lo preguntamos como todo el mundo. La investigación continúa. Por lo que respecta al GIA, el guardián me contó que cuando bajaron de nuevo, uno de ellos que los acompañaba dijo a uno de sus colegas: « Ve a buscar una cuerda fina, va a ver lo es el GIA», porque querían degollarle, pero pudo escabullirse. Después de varios año,¿ no se han aclarado para usted los motivos de este secuestro? No está claro. En uno de sus comunicados en radio Medi 1, el GIA da una razón a sus condenas a muerte: « las gentes se evangelizaban a su contacto, porque tenían relaciones y salían de su Monasterio, eso es lo que los monjes no deben hacer. Se merecen la muerte. Tenemos todo el derecho de ejecutarles». He aquí una de las razones. Fue dada por los mismos islamistas. Después de esto, otros motivos que fueron dados son solo hipótesis, esperando el veredicto del juez de instrucción, que prosigue con la investigación sobre las circunstancias de su secuestro y de su condena a muerte.
¿Cómo vive ese enigma? Bien nos gustaría saber quien los ha matado y donde están enterrados los cuerpos. Sí que nos gustaría saberlo, pero es todo, esto no me inquieta más. Esto no cambia nada la muerte de nuestros hermanos. Están muertos por las razones por las cuales habían decidido quedarse. Por esta razón, son mártires. Dieron sus vidas. Estaban dispuestos a dar sus vidas por ello. ¿Se puede desear el martirio? Algunos lo han hecho, pero no era nuestro estado de espíritu. No lo deseábamos, no estábamos allí para esto. Pero había que estar preparados para eso. Estábamos en las manos de Dios. Y es por esto que, viviendo en este estado de espíritu, mis hermanos están muertos. Debo reconocer y decir que no hemos sido extremadamente traumatizados. Es evidente, que esto marca, hace sufrir, da mucha pena…Pero sabíamos el “porqué”, y ¡estábamos todos dispuestos a ello! En la vida no estamos más que de paso, termina de una manera o de otra. Después nos encontramos con el Señor. La película de Xavier Beauvois, inspirada en sus sacrificios, ¿podría ser un fermento de reconciliación entre cristianos y musulmanes? ¡Claro que sí! El ejemplo de los hermanos, en sus relaciones con la gente, con los musulmanes, muestra que podemos ser verdaderos hermanos, en la comunión, juntos, en profundidad, y no solamente en la superficialidad. Algunos lo han vivido. No es raro. Cuando los cristianos ven esto, se dan cuenta que los musulmanes son gentes como los demás. Algunos son muy buenos: los valores de acogida, de amabilidad, de ser servicialidad, se ven. Así como los valores de unión con Dios, de oraciones cotidianas. Relaciones con Dios que son a veces sorprendentes y que son verdaderos ejemplos para nosotros, cristianos. Un amigo de Christian, que dio su vida por él, le decía: « ¡Los cristianos no saben orar…son muy caritativos, hacen muchos favores, pero no los vemos nunca orar! » Hay muchos cristianos que podrían escuchar esto. ¿No ha sentido usted nunca odio durante y después de este drama? Es curioso, pero no he sentido ese sentimiento. ¿Y amargura? Tampoco. ¿Cómo interpreta usted el endurecimiento actual de algunos musulmanes contra los cristianos cuyos atentados recientes han sido una señal? Esto viene de los extremistas. Los verdaderos musulmanes dicen: nosotros no somos así. Sienten vergüenza de lo que les ha ocurrido a los hermanos. Esto no es la “religión”. Por otra parte, no nos conocemos bastante. Se percibe a través de los violentos y esto crea tendencia a agruparse entre si y un miedo a los contactos. La solución, es de cultivar la amistad, aunque nos puedan engañar.
¿Ser engañado? Sí, algunos dicen, la recíproca, no se ve mucho: se les permite a los musulmanes construir mezquitas en nuestro país, pero no puede uno ni soñar con construir Iglesias en su país. ¿Lo piensa de verdad? Los cristianos son, de hecho, a menudo acusados de incredulidad hacia el Islam… La cuestión no es esta. ¡Por la fe, nos arriesgamos! Está en el Evangelio: “Amaros como yo os he amado”. Entonces, a menudo, perdemos, hay que saberlo. Pero ocurre que esto produce una reacción. Entonces la reciprocidad existe y un reconocimiento mutuo puede ir muy lejos. ¿Cuál es su esperanza para 2011? Hay que esperar que el amor sea siempre el más fuerte. Que el amor de Dios tendrá la última palabra. Fundada en Dios, la esperanza debe permanecer. Y no nos toca a nosotros resolver esto. La esperanza invencible, como decía Christian le Chergé. No debe ser vencida, debe estar siempre abierta, cimentada sobre Dios, sobre su gracia. Incluso cuando se muere bajo los golpes. Como él decía, la esperanza debe seguir abierta….
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