TEMAS SOBRE PADRES Y MADRES    Josefina Rabella
 

 


EVAGRIO PÓNTICO
 


Evagrio Póntico, o Evagrio el Monje, también apodado "El solitario" (345-399) fue un monje y asceta cristiano. Era muy conocido por sus cualidades de pensador, escritor y orador.

Nació de una familia cristiana en el pequeño pueblo de Ibora, en la provincia romana del Ponto. Comenzó su carrera en la Iglesia, al ser nombrado lector por Basilio el Grande. Posteriormente, el hermano de éste, Gregorio de Nisa, lo ordenó diácono.

La vida mundana de Constantinopla y sus atracciones, fueron una tentación para Evagrio. Un sueño premonitorio impulsó su partida hacia Jerusalén. Allí vivió un tiempo en casa de una ilustre romana conocida como "Melania la Anciana".

Muchas dudas asaltaron a Evagrio durante ese tiempo. Una grave enfermedad, que significó una señal divina para él, lo hizo decidir partir a Egipto, estableciéndose un tiempo en el desierto de Nitria y posteriormente en Kellia ("Las Celdas"), donde vivió hasta su muerte.

Divulgó el hesicasmo, tradición inicialmente eremítica de plegaria que se mantiene dentro del rito bizantino practicada para mantener la quietud. La práctica del hesicasmo está viva aún en el Monte Athos y otros monasterios ortodoxos.
La mayor parte de los textos atribuidos a Evagrio Póntico se encuentran en la recopilación canónica llamada Filocalia.


 

 


MACARIO
 


Nombre de dos reconocidos monjes contemporáneos de Nitria durante el S. IV:

Macario el Alejandrino
También llamado "ho politikos" ya sea en referencia a su ciudad de nacimiento, o a sus maneras refinadas; murio alrededor del 405.
Fue un contemporáneo joven de Macario el Egipcio, pero no hay razón para confundirlo o identificarlo con su homónimo mayor.
Más que cualquier eremita de la época, él ejemplificó el espíritu de emulación característico de esta etapa del monaquismo. Nadie lo superaba en austeridad.
Paladio asegura que "si alguna vez escuchaba que alguien realizaba alguna forma de ascetismo, se encendía en deseos de hacer lo mismo". Porque los monjes de Tabenisi rechazaban alimentos cocidos durante la Cuaresma, él se abstuvo por siete años.
En una ocasión, en expiación de una falta, se recostó durante seis meses en una colmena, expuesto a los ataques de los insectos africanos, cuya picadura puede vencer la resistencia incluso de un jabalí. Cuando regresó donde sus compañeros, estaba tan desfigurado que sólo pudo ser reconocido por su voz.
Se le adjudica la redacción de una regla para monjes, pero su autoría es negada en la actualidad.

Macario el Egipcio (o "Macario el viejo")
Uno de los más famosos solitarios del cristianismo primitivo, nacido alrededor del 300; murió el 390.
Fue discípulo de San Antonio y fundador de una comunidad monástica en el desierto de Escete.
A través de la influencia de San Antonio abandonó el mundo a los 30 años, y diez años después fue ordenado sacerdote. La fama de su santidad atrajo a muchos seguidores, y su establecimiento monástico al momento de su muerte tenía miles de habitantes.
La comunidad, que tomó por residencia en los desiertos de Nitria y de Escete, era de tipo semi eremítico. Los monjes no estaban ligados por ninguna regla fija; sus celdas estaban cerca unas de otras, y se reunían para el culto divino sólo los sábados y domingos. El principio que los mantenía juntos era el de la mutua ayuda, y la autoridad de los mayores era reconocida no como la de los superiores monásticos en el sentido estricto de la palabra, sino como guías y modelos de perfección.

En una comunidad donde sus miembros se esforzaban por destacar en mortificación y renuncia, la preeminencia de Macario era generalmente reconocida. Diversos monasterios en el desierto Libio todavía llevan el nombre de Macario.
Cincuenta homilías han sido preservadas con su nombre, pero éstas y la "Epístola a los Monjes", junto a otras piezas dudosas, no pueden ser adjudicadas a él con absoluta certeza.

 

 


MADRES DEL DESIERTO
 


Es una contribución para ponernos en sintonía con la Iglesia de nuestro tiempo que no pierde ocasión de señalar la dignidad de la mujer y de clarificar la cuestión femenina, sacar del olvido a las MADRES DEL DESIERTO, las antiguas AMMAS, cuya espiritualidad, sabiamente realista y experimental, ilumina el aspecto de lucha y discernimiento que implica el crecimiento y la maduración de la persona en todas las dimensiones de su ser.
Otro motivo es sacar del olvido a quienes junto con los ABBAS, plantaron las raíces de la espiritualidad cristiana. En primer lugar podemos citar a Sincrética de Egipto, madre de las monjas del desierto, en quien ejerció su influencia Evagrio Póntico.
También podemos citar entre otras: Olimpia, en quien Juan Crisóstomo y otros teólogos hallaron una hábil colega, con la cual podían debatir y explorar temas teológicos. Fue soporte de Gregorio de Niza, Basilio el Grande y Macrina.

En general las Madres del monacato primitivo de los desiertos de Egipto, eran mujeres, que llenas del Espíritu Santo, estaban dotadas de una verdadera “maternidad”, pues engendraban hijos e hijas según el Espíritu.
La comunicación entre “amma” y discípula era “abierta y franca”, es decir más a nivel de deseos y afectos que de “ideas”. En otras palabras se trataba de la apertura del alma, es decir, de los pensamientos, las inclinaciones, los impulsos interiores, que es mucho más que la simple confesión de los pecados. El “amma” no ocultaba su propia humanidad y se mostraba comprensiva y orientadora, por propia experiencia.
Cuando se escucha hoy que lo psicológico recurre a lo espiritual, más en concreto, al discernimiento, y no al revés, como pasó hasta no hace mucho, valoramos más aún el aporte experimental e integral de las Madres del desierto.
En otros términos, se trataba de diferenciar y reorientar, con relación al Espíritu de Cristo y su Evangelio, cada uno de los tres niveles de realidad de la persona humana: el corporal, el psicológico y el espiritual, por medio del discernimiento.
La piedad en el contexto de las Madres del desierto es, mediante el discernimiento, no perderle el rastro al Señor que transita por nuestra vida, en todo lo que nos ayuda para seguirlo más de cerca.
La sabiduría espiritual en las Madres del desierto deja al descubierto que de nada vale la perfección de medios con que cuenta quince siglos después de ellas nuestra civilización, si al mismo tiempo estamos cultural y moralmente confundidos en los objetivos, por no recurrir, gracias al peor subdesarrollo de todos, a un parámetro trascendente que ayude a diferenciar en nuestros corazones los términos existenciales en conflicto.

NOTA
- “Las Madres del Desierto” de M. Sira Carrasquer y Araceli de la Red.
- “Metericon” , Sabiduria de las Madres del Desierto.

 

 


ESPIRITUALIDAD SIRÍACA
 

 
“La Historia Religiosa” de Teodoreto, obispo de Ciro (423), puede decirse que es el texto base para el estudio del monacato de Siria del Norte. En él nos ofrece una serie de vidas de monjes ascetas: unos eremitas y otros cenobitas. Son ascetas a menudo extraños, excéntricos..., pero todos ellos llenos de celo y buena voluntad para servir a Dios.
Las raíces del monacato sirio hay que buscarlas en el propio terreno en el que se desarrolló. Hoy nadie lo duda. Lo que se discute son las influencias en su aparición y en su personalidad. Algunos autores dicen que existen vínculos que los relacionan con las culturas orientales: persa, india,...
En el s. II la corriente ascética procedente del judeocristianismo y del judaísmo de Siria, influyó poderosamente en el monacato naciente.

L’ascesis cristiana se desarrolla en Siria y Mesopotamia a partir de una lectura interesada de los Evangelios, particularmente el de Lucas, más radical en lo concerniente a ascesis. También el “Evangelio de Tomás”, escrito gnóstico, está estrechamente relacionado con la ascesis cristiana de Siria, la cual considera Tomás como un asceta itinerante, un “extranjero” que lo ha dejado todo para seguir a Cristo. Así gradualmente se fue pasando del ascetismo al monacato.

Estos personajes extraños, viven en los montes y los yermos. Son hombres y mujeres que quieren vivir solos, raramente se mencionan grupos de dos o tres, absolutamente separados del mundo. Algunos se han construido chozas; otros habitan en grutas y cavernas.
Opuesto al de los anacoretas que por motivos ascéticos no paraban en ningún sitio, era el estilo de vida de los reclusos, que fue muy floreciente en Siria, eran monjes y monjas que pasaron gran parte de su vida entre cuatro paredes.
Pero la forma de ascetismo más llamativa y original que inventó el monacato sirio fue el de los estilitas. Los estilitas - de stylos (columna) – fueron relativamente numerosos en todo el Oriente cristiano, incluso Bizancio tuvo su estilita, san Daniel. Pero abundaron en Siria y Mesopotamia. El más conocido es san Simeón. La fama de sus ayunos y de sus extrañas penitencias se extendió por toda la región. Su prestigio de hombre de Dios le confirió una autoridad indiscutible.

Este ascetismo excéntrico marcó todo el monacato sirio, incluso el de formas más normales, como fue el cenobítico. Ayunos prolongados, lucha acérrima contra el sueño, austeridades naturales y artificiales llenan las página de Teodoreto.
Otro medio de mortificación muy común era la falta de higiene: la suciedad, la mugre, la hediondez,...Es muy arduo para nuestra mentalidad entender un monacato así. Pero una cosa es cierta: los sirios sentían debilidad por las austeridades extremas, excéntricas y muchas veces repelentes, que no lo eran para la sensibilidad del pueblo en medio del cual florecía este ascetismo. El aura popular que rodeaba a los “atletas de la piedad”, era la prueba más convincente.

El monacato se fue domesticando, normalizando, estructurando, pero continuaron soplando aires de libertad. La vida comunitaria o cenobitismo procede de dos fuentes. Una, el ascetismo premonástico, es decir, las vírgenes y los ascetas que gradualmente fueron formando comunidades de vida. Otra, el magisterio espiritual, que iba glutinando en torno a un abba, de santa vida y sana doctrina, a un grupo de discípulos hasta culminar en la fundación de un monasterio. En Siria la más antigua forma de cenobitismo nació de la simple necesidad de comunión entre los miembros de una Iglesia local que practicaban el mismo grado avanzado de ascetismo. La realidad de comunión es tan esencial y constitutiva que basta por si sola, en la ausencia de superior , para mantener la cohesión del grupo. Estos ascetas permanecen bajo la jurisdicción inmediata de la jerarquía local , con la que cooperan.
El otro cenobitismo procede del eremitismo. Fueron apareciendo poco a poco en muchos lugares, agrupaciones más o menos cenobíticas en torno a famosos ascetas.
Los sirios, individualistas y enamorados de las formas más extravagantes de monacato, seguían fieles a su ideal primitivo: la soledad del desierto, los montes, las grutas, con plena libertad para dedicarse a las más terribles mortificaciones. Ni se avenía, el cenobitismo, con el característico sentido de la pobreza de los monjes. Sin embargo, acabó por arraigar y ya en las última décadas del s. IV se levantaron muchos monasterios. Al principio fueron muy modestos pero fueron prosperando.
El cenobitismo triunfaba, pero era un cenobitismo sui generis. La falta de reglas monásticas es un indicio importante; denota que los cenobitas no renunciaban completamente a su libertad. El ideal monástico siguió siendo en ellos la vida anacorética.

Los monjes sirios empezaban por un período de aprendizaje bajo la dirección de un padre espiritual clarividente y exigente. Llegados a cierta madurez , se comprometían a la práctica de la castidad perfecta y de todas las virtudes, según lo requiere el estado monástico; Dios, en cambio, se comprometía tácitamente a conceder al nuevo monje las gracias necesarias para cumplir las obligaciones que acababa de contraer.
Cada cual disponía del tiempo a su gusto, pero teniendo en cuenta la voluntad de Dios y, en más de los casos, la del padre espiritual. Lógicamente, más tarde tuvieron que establecerse horarios.

Gracias a las obras de san Juan Crisóstomo, podemos conocer un poco la vida cotidiana de los monasterios. Era una vida sencilla, pacífica y silenciosa. Bajo la dirección de un superior, los monjes oran, comen y duermen juntos. No hay “mío” ni “tuyo”: comida y vestido son comunes a todos. Toda la jornada se reparte básicamente entre el trabajo manual y la lectura; algunos monjes se ocupan en ministerios pastorales , en la enseñanza. Tres oficios litúrgicos comunitarios – tercia, sexta y nona – interrumpen el trabajo o la lectura. Al atardecer se cantan Vísperas. Luego se toma la única comida del día que no es obligatoria. Los que trabajan se dedican principalmente a la agricultura y la horticultura, a trenzar cestas y a copiar libros. Las monjas, muy numerosas, se ocupan especialmente en hilar y cuidar enfermos, de este nodo pueden subvenir a sus propias necesidades, sin depender de nadie.
En contraste con el ambiente monástico helenista, las líneas características del monacato sirio le distinguen por su individualismo, las mortificaciones y la tendencia a las experiencias místicas.

El monje sirio era libre. No optaba una vez para siempre por un género determinado de actividad. No se sentía prisionero de sistemas, esquemas, reglamentos y otras zarandajas. No estaba sujeto a la tremenda división entre vida activa y contemplativa, que acabará por imponerse con tanto rigor en la Iglesia latina. Simplemente, había optado por la vida monástica, esto es, por el servicio total y exclusivo a Dios. Buscaba a Dios de todo corazón: en la ascesis durísima , en la oración, en la Escritura. Pero, sobre todo, siendo dócil a las mociones del Espíritu, que le conducía por caminos a veces nuevos, a menudo variados.

ESTA ES LA GRANDEZA DEL MONACATO SIRIO
 

 


SILVANO del MONTE ATHOS, por Máxime Egger
 

 
“Santo sin fronteras”, “místico de la Iglesia Universal”, “hombre espiritual de una modernidad conmovedora”, “santo ecológico”, son algunas de las expresiones utilizadas para describir al starets Silvano, el monje ruso del Monte Athos (1866-1938) canonizado en 1987 por el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla.
La vida y los escritos de Silvano han tocado el corazón y han cambiado la existencia de innumerables personas, más allà de las fronteras de la Iglesia Ortodoxa y del mismo Cristianismo. Y es que el starets es nuestro contemporáneo, un luminoso testimonio de la misericordia de Dios y de la solidaridad con los sufrimientos de los hombres.

Silvano es el autor espiritual de la Iglesia Ortodoxa más influyente en nuestro tiempo. Sus escritos y su experiencia van más allá del ámbito de su iglesia y tienen un valor que ha de ser aprovechado por todos los cristianos.
En esta obrita que es introductoria a su vida y enseñanza y también guía preciosa para la oración, se nos ofrece la posibilidad de gustar, a partir de sus propios escritos, y con los autorizados comentarios de un seguidor suyo, la riqueza de lo que Silvano vivió y nosotros podemos vivir.

Silvano era hijo de un campesino ruso que vive la experiencia del alejamiento de Dios y su reencuentro. Después de una primera vuelta a la vida religiosa vuelve a caer en graves pecados y, de nuevo, Dios le llama a una vida de verdadera consagración a Él que cumple ingresando en uno de los monasterios del Monte Athos. Allí pasa por una experiencia de purificación, sufrimiento y gracias divinas .

En sus escritos se señala la importancia de la humildad, sin la cual es imposible perseverar en la vida de gracia; se incide en el papel principal del Espíritu Santo en la vida espiritual del cristiano y se subraya la misericordia divina. Silvano subraya que todas las obras ascéticas, las mortificaciones… serían nada sin la humildad.
Al mismo tiempo, en medio de sus sufrimientos, por la comprensión luminosa que Dios le dio de sus propios pecados, escuchó unas palabras de Jesucristo: “Permanece en el infierno y no desesperes”. Se funde en ese mandato, unas síntesis entre la conciencia de la propia nada (que por sí sola llevaría a la desesperación), y la confianza en la misericordia divina, de quien cabe esperarlo todo.
Los escritos de Silvano son muy vitales y están impregnados de frescura evangélica. Es fácil entrar en sintonía con él y encontrar consuelo cuando, por ejemplo, escribe: “El Espíritu Santo se parece a una madre llena de ternura. Como una madre ama a su hijo y lo protege, así el Espíritu Santo nos protege, nos perdona, nos cura, nos enseña y nos alegra”.

Como señala su autor este bello libro, la actualidad del mensaje de Silvano, reside en el carácter experimental de sus escritos y en que propone un ideal de la santidad alejado de las imágenes heroicas y fundamentado en la humildad.