La Vocación o “LLAMADA” tiene una
estructura dialogal: “la razón más alta de la dignidad humana consiste
en la vocación del hombre a la unión con Dios” (Ef.4,1-4; 2Te. 1,11...)
Desde el momento en que el ser es LLAMADO a la existencia, resuena en él
una PALABRA DE DIOS, que le conduce a su plenitud.
Y en su trayectoria de Vida, lo que realmente da valor a este ser que va
caminando, es esta PALABRA que resuena dentro de él y le empuja a su
realización y a su maduración.
Si la “vocación” es un diálogo, y ante todo, como, expresa el mismo
nombre : una “LLAMADA”, ha de haber alguien que llama, y que tiene sobre
el destinatario un proyecto preciso; y alguien que escucha y que puede,
libremente, escoger entre responder o permanecer sordo a la llamada.
En el lenguaje bíblico Dios es “aquel que llama”: (Ga. 5,8; ITe. 2, 12;
ITe. 5,24; IPe. 1,15; Rm. 9,24); los hombres son los llamados “tanto
judíos como griegos”. “herederos de las promesas”, “elegidos y fieles” (Rm.
11,32; ICo. 1,24)...
Las escenas de vocación son de las páginas más impresionantes de la
Biblia. La vocación de Moisés en la zarza ardiente (Ex. 3), la de Isaías
en el templo (Is. 6),el diálogo entre Dios y el joven Jeremías (Jr. 1)
ponen en diálogo a Dios en su majestad y en su misterio y al hombre en
toda su verdad, en su miedo y en su generosidad, en su poder de
resistencia y de acogida. Tales relatos demuestran que la vocación es un
momento de importancia en la revelación de Dios y en la salvación del
hombre.
La vocación es el llamamiento que Dios hace oír al hombre que ha
escogido y al que destina a una obra particular en su designio de
salvación. En el origen de la vocación hay por tanto una ELECCIÓN
DIVINA, y en su término, una VOLUNTAD DIVINA QUE REALIZAR. Sin embargo,
la vocación añade algo a la elección y a la misión: un llamamiento
personal dirigido a la conciencia más profunda del individuo y que
modifica radicalmente su existencia, no sólo en sus condiciones
exteriores, sino hasta en el corazón.
Y Dios aguarda una respuesta a su llamamiento, una adhesión consciente
de fe y de obediencia. A veces esta adhesión es instantánea, pero con
frecuencia el hombre siente miedo y trata de evadirse. Es que la
vocación normalmente pone aparte al llamado y hace de él un extraño
entre los suyos.
La LLAMADA a la existencia por medio de la Creación, es para cada
individuo una VOCACIÓN única e irrepetible . En cuanto a la LLAMADA a la
salvación , la vocación depende de la variedad de servicios y de
carismas en orden al bien común. Todos, empero, dependen del amor y de
la voluntad salvadora de Dios.
Gracias a los Sacramentos de la Iniciación, los fieles participan de las
tres funciones mesiánicas de Cristo: sacerdote, profeta y rey.
Ahora bien, en la comunidad eclesial estas tres funciones están
representadas por tres estados diferentes que dependen de VOCACIONES
particulares
La función sacerdotal está representada por el sacerdocio ministerial
con sus servicios de santificación, evangelización y gobierno, y tiene
como punto central la Eucaristía.
La función profética está representada por los estados de perfección,
como compromiso de testimonio y de signo profético en la imitación más
perfecta de Cristo, por medio de una vida de ascesis , castidad, pobreza
y obediencia-
La función real está representada por el estado laical con todo el valor
de la vida , -a fin de trasladar al campo temporal la santificación- con
el compromiso de santificar todo lo temporal como un homenaje a Cristo
Redentor y Señor de “los cielos nuevos y de la tierra nueva”.
Todas las vocaciones en cierto sentido son divinas, es Dios quien llama,
pero sólo la vocación sacerdotal y la vocación religiosa constituyen la
VOCACIÓN por excelencia. La vocación sagrada o divina
Así, cuando se habla de VOCACIÓN normalmente nos referimos a la vocación
sacerdotal o a la vocación religiosa, y por su carácter especial de
servicio y de testimonio, desempeña el ejercicio de una función pública
en la Iglesia .
La respuesta a la LLAMADA, iluminada por la fe, plantea unas exigencias
espirituales de una actitud de disponibilidad, de búsqueda, de
ofrecimiento y de realización.
En realidad, la verdadera respuesta sólo la podremos encontrar,
poniéndonos a la presencia de Dios, en momentos de silencio, de oración
profunda y con la disposición interior de CUMPLIR SU VOLUNTAD.
Porque, como dice S. Pablo (Rom. 8. 28-30)
“Dios nos llama a vivir en Jesucristo”
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